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El Monte Sarmiento. Una torre de hielo en los mares del confín del mundo.

57 años después de su primera ascensión por parte de los italianos Clemente Maffei y Carlo Mauri (17 de marzo de 1956), el chileno Camilo Rada y la argentina Natalia Martínez conseguían el 24 de agosto alcanzar la cumbre principal (Este) del Monte Sarmiento, Cordillera Darwin, Tierra de Fuego, Chile, consiguiendo además la primera invernal a la misma. Una montaña que, en nuestra modesta opinión, quizás sea una de las más bellas del mundo.
57 años después de su primera ascensión por parte de los italianos Clemente Maffei y Carlo Mauri (17 de marzo de 1956), el chileno Camilo Rada y la argentina Natalia Martínez conseguían el 24 de agosto alcanzar la cumbre principal (Este) del Monte Sarmiento, Cordillera Darwin, Tierra de Fuego, Chile, consiguiendo además la primera invernal a la misma. Una montaña que, en nuestra modesta opinión, quizás sea una de las más bellas del mundo.


Marcelo Arévalo
Foto: Marcelo Arévalo

El día de cima fue muy largo y duro, 30 horas de ataque desde que partieron del campamento alto hasta que pudieron regresar a él. Para superar los 400m de la pared final desde la rimaya, tuvieron que escalar 8 largos, más un último tramo a pie hasta cima.

Han llamado a la vía “Suerte de Sarmiento”.

Esta es la crónica del ascenso a una montaña plagada de leyendas, cuyo nombre se mezcla con navegantes españoles, el pirata Drake, Julio Verne y su capitán Nemo, y con los sueños casi delirantes de algunos buscadores de secretos por los confines de lo conocido.

“Expedición multidisciplinaria a la prístina e inclemente Cordillera Darwin en Tierra del Fuego. Con objetivos científicos, artísticos, periodísticos y de intentar el ascenso del mítico Monte Sarmiento.”


Marcelo Arévalo
© CORDARWIN.13 - Xplorator - Fotografía: Marcelo Arevalo - www.xplorator.cl

Lo que no he podido hallar es el alma de la cordillera, prometida en la enorme poesía de su primera visión... Detrás del cuadro no había nada ¡La Cordillera no tiene alma!
Emprendí pues el viaje a la “islas de la lluvia”, para buscar al hombre, los indios primitivos del extremo austral, que, según mis cálculos, deberían haberse refugiado allí en número reducido para sobrevivir a los “beneficios” de la civilización, pero no he podido hallar ni rastro de ellos. Habitada no hace mucho tiempo en sus partes bajas – mesetas, valles, fiordos -, la montaña tenía un alma india que los invasores blancos han destruido. Somos, pues, los responsables de la muerte de lo sobrenatural en los Andes australes. Hemos destruido los viejos mitos sin reemplazarlos. Al morir los indios se han llevado el alma de la cordillera, y este desierto sobrenatural representa para nosotros el peso del pecado, el precio que debemos pagar por la incalificable destrucción de la raza cobriza (...)
Todo parecía tener que acabar sobre esa nota de muerte definitiva, pero no era así. Después de la desaparición de la raza cobriza, el hombre blanco volvía a la cordillera, y, por el andinismo, reanudaba la tradición de sacrificio, de sangre(...)


Saint-Loup (Marc Augier), 1952
(Montañas del Pacífico, pg. 9-11)


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant

Monte Sarmiento ... ¿y por qué no?

Con Natalia Martínez y como parte de nuestro proyecto UNCHARTED, ya soñabamos hace tiempo con visitar la Cordillera de Darwin, idea que se materializó al plegarnos al proyecto CORDARWIN.13, una expedición multidisciplinaria sin fines de lucro organizada por Gonzalo Campos y su compañía Xplorator, que congregaría múltiples equipos, persiguiendo metas científicas, artísticas, documentales y andinísticas. Cuando nos invitaron a conformar el equipo de montañistas que tendría por objetivo alcanzar la cumbre del Monte Sarmiento nos pareció una locura, nos sentíamos como David contra Goliat, pero tal como sugiere la historia bíblica... podíamos intentarlo ¿El Sarmiento?... bueno hay que probar ¿por que no?.


Marcelo Arévalo
© Foto : Marcelo Arévalo

El mar: extraño elemento ...

El día 9 de Agosto de 2013 llegamos a Punta Arenas, entregados a los preparativos de equipo, comida, combustible y permisos, mientras con frecuencia revisábamos el meteo en el NOAA, en el que lentamente se consolidaba una ventana para el día 23 de Agosto. Pasó el día planeado para el zarpe y comenzó una angustiosa espera mientras el viento azotaba sin tregua las aguas del estrecho, frustrando cualquier intento de zarpe. Pasaron 3, 4, 5, 6 días y las espera se hacía cada vez más difícil, no por el ocio si no por que la presión pronosticada para el día 23 subía y subía, llegando a la excepcional marca de los 1040 milibares. Y nosotros seguíamos en Punta Arenas. Finalmente una tregua del viento permitió que el día 17 el velero cruzara desde su fondeadero en Porvenir hasta Barranco Amarillo en Punta Arenas, donde cargamos el equipo y la comida para zarpar durante la madrugada, esperando llegar antes del medio día a los pies del Monte Sarmiento.

Cuando la quilla empezó a rasgar las aguas del estrecho nos llenamos de alegría de estar finalmente rumbo a la montaña, pero las sonrisas se fueron diluyendo en la medida que el viento encrespaba las aguas y el barco comenzada a cabecear. El flamante equipo de montaña figuraba al poco andar tendido en las literas y reducidos a su mínima expresión, y mientras Gonzalo, Guy, la Cote y Rodrigo luchaban contra el mar nosotros no podíamos más que luchar contra nuestro almuerzo que quería a toda costa salírse de las tripas. Yo fui el primero en fracasar y el olor de mi almuerzo semi digerido desencadenó una reacción en cadena... ¡el grupo de montaña ya estaba trabajando en equipo!


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

El mal tiempo demoró el viaje dos días más de lo esperado, la ansiedad comenzó a desaparecer en la medida que en el horizonte se delineaban poco a poco los glaciares que bajaban de una espesa masa de nubes que delataba la posición del coloso.


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant

Contra el tiempo y el tiempo

La tarde del 19 de Agosto teníamos ya montado nuestro campamento base en un idílico rincón del bosque, pero el panorama no era fácil. Habiendo planificado la logística para una expedición de 30 días, ahora, si queríamos aprovechar la ventana de buen tiempo que se acercaba, tendríamos que tener montado nuestro campamento alto en sólo tres días... parecía imposible pero teníamos que intentarlo.

Al día siguiente partimos a primera hora con el primer porteo, buscando nuestro camino en un bosque de aspecto mágico, cubierto con una prístina capa de nieve. Por fortuna ya se ha formado un sendero bien marcado, probablemente consolidado por Agnolotti en 1972 con sus cinco toneladas de equipo, buena parte de los cuales tuvieron que pasar por este bosque, incluido un refugio “cubo”, una estructura de madera que montarían en el col Vittore. Superado el bosque, seguimos entre nevadas y ráfagas de nieve progresando hacia el col Vittore. A los 300 metros de altitud decidimos que ya era hora de usar los esquíes y comenzamos a randonear. Cortinas de niebla a veces nos envolvían a veces por completo y otras se dispersaban para dejarnos disfrutar el el magnífico paisaje que regalaba el glaciar Schiaparelli, el lago Azul y el canal Magdalena.


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant

Un bloque con un prominente techo nos recordó la descripción de Conway, que decía haber escondido en una roca similar su rifle, pues ya se sentía a salvo de los indígenas.

Un embargo de melancolía nos invadió al pensar que donde ahora sólo veíamos costas sombrías y deshabitadas, el aventurero inglés contó las fogatas de los campamentos Kawéskar por docenas.

El viento comenzaba a bambolearnos y la niebla se cerraba cada vez más mientras subíamos. A tientas bajamos al glaciar Conway donde dejamos nuestro primer depósito. Sobre los esquíes perdimos altura rápidamente y algunos rayos de sol que se colaron entre la niebla realzaron el contraste y nos permitieron disfrutar a ratos una nieve polvo extraordinaria en un entorno mágico, sentíamos que empezábamos con el pie derecho.

Al día siguiente ya apuntábamos a llegar al campamento alto en el collado Norte, aunque el clima no ayudaba. Repetimos el camino de ayer entre gruesos copos y insistentes ráfagas de viento que aumentaban en frecuencia y potencia con cada metro ganado. Las ráfagas más fuertes comenzaron a tirarnos al piso una y otra vez, se anunciaban con graves rugidos, a los que en ocasiones nos resistiamos con fuerza y en otras simplemente nos dejábamos caer sabiendo que era batalla perdida. Llegando al col, mientras caigo puedo ver a Natalia y Nine cayendo en serie tras de mi, como fichas de un dominó gigante.


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant

El viento sigue azotándonos brutalmente hasta alcanzar el depósito. Allí concluimos que aunque podríamos forzar la marcha hasta el collado Norte, armar un campamento en estas condiciones sería muy arriesgado, pues por su posición el viento podría ser ahí aún más intenso. Decidimos quedarnos junto al depósito y armar una cueva en la nieve para pasar la noche. Mientras cavamos, las ráfagas nos obligaban a andar en cuatro patas y eran capaces de sacar volando desde el suelo nuestras mochilas, a pesar de estar cargadas con más de 30kg.

Debido a una nieve dura y compacta no conseguimos más que un nicho, donde pasmos la noche sentados con nuestras colchonetas como respaldo, aunque era una condición precaria cocinamos bien y nos reímos largamente de nosotros mismos y los chascarros del día. Encorvados y todo, pasamos una buena noche y la moral está alta para salir nuevamente a batirse contra las ráfagas que siguen arremolinándose afuera. La falta de espacio complica cada maniobra, cualquier cosa que necesitas está o debajo del trasero de alguien, detrás de su espalda o tapando algún hoyo en la puerta, pero entre contorsiones logramos ir equipándonos y armando las cargas.


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Sobre los esquíes comenzamos a enhebrar nuestro camino entre grietas y seracs, que poco a poco contorneamos hasta el collado Norte. Sabemos lo expuesto del lugar, por lo que nos pasamos la tarde armando un campamento fuerte, a buena altura y con un muro potente.

El pronóstico no se equivocó para el día 23, y una noche calma precedió una mañana épica, las brillantes agujas heladas del monte Sarmiento se lanzaban hacia el cielo al centro de una cúpula azul cobalto. Bajo la cumbre se veía claramente la ruta que hace rato veníamos recorriendo en nuestra imaginación, todo era perfecto para escalar, una de esas oportunidades que en Patagonia no se deben desaprovechar. Mientras todo nuestro entorno decía “arriba!” no podíamos creer que tuviéramos que bajar. Por seguridad habíamos subido todo lo necesario para sobrevivir unos días allá arriba en caso de un cambio inesperado del tiempo, por lo que todo el equipo de escalada estaba aún en la cueva.

Esa tarde, ya de vuelta con las cargas, nos fuimos a dormir sintiendo una justificada angustia al pensar que tal vez hayamos dejado pasar nuestra única oportunidad de subir el cerro.

Aun así nos acostamos con la mente alineada para la escalada y con vivas esperanzas que la Patagonia nos regalara un día más.


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Claro de luna

Poco después de la medianoche del 24 de Agosto, despertamos en el mundo de nuestros sueños, la bóveda celeste y sus estrellas se definían en todas direcciones recortadas por el perfil audaz de la montañas. La luz pálida de la luna revelaba cada detalle de los caprichosos hongos de escarcha que estallaban en cada vértice del Sarmiento. Un paisaje surrealista, más propio de Neptuno o de alguna ingrávida lunade Júpiter.

A las 3:45 h marchábamos sobre nuestros esquíes rumbo a la pared, a cada zig-zag veíamos como la Cruz del Sur se levantaba tras la cumbre del Monte Sarmiento. En el plateau superior, hizo su aparición la primera gran incógnita de la ruta: la rimaya. En este paisaje ajeno se perdía todo sentido de perspectiva, y la rimaya nos parecía de proporciones terroríficas. Mientras avanzábamos con el alba pisándonos los talones, la escudriñábamos buscando su punto débil. Hacia el Este, el horizonte se vestía de naranjo tiñendo de dorado los hongos de escarcha sobre nosotros, dándoles un paradójico aspecto cálido y amable.


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Cadencia

Salen las botas de esquí y entran las de montaña con crampones y piolet. En su talón de Aquiles la rimaya ofrecía un extraplomo de 5 metros cubierto de abundante escarcha. Tras un breve intento por escalarlo en libre nos damos cuenta de que era en vano y comenzamos a progresar en artificial, cambiando el piolet por la pala y cavando una zanja en diagonal hacia arriba exponiendo el hielo que se ocultaba bajo casi un metro de escarcha inconsistente y vacía. Una vez reunidos sobre la rimaya todo dio un giro y la perspectiva era alucinante. Sobre nosotros la ruta se lanzaba elegantemente hacia la cima por un canalón rodeado de exuberantes coliflores heladas, el hielo era excelente y las condiciones perfectas. Rápidamente la cuerda comenzó a fluir al ritmo del piolet seguido por el tintineante compás de los tornillos de hielo... crampón, crampón, piolet, piolet y así seguía la tonada. Era un sueño haciéndose realidad, un momento que sabíamos jamás se borrará de nuestras memorias. La pendiente era más amable de lo que habíamos esperado, muy sostenida eso si, pero rara vez superando los 75°, lo que nos daba la sensación de que la montaña amigablemente nos daba paso a sus dominios.


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Largo tras largo fuimos ganando altura, mientras el paisaje que se alzaba a nuestras espaldas nos maravillaba cada vez más. Sin embargo la breve jornada invernal se acercaba rápidamente a su ocaso y mientras escalábamos ensimismados, las sombras se alargaban silenciosas para regresarnos de golpe a la realidad, sumiéndonos en un frío penetrante y recordándonos la urgencia de la escalada, pues estas extraordinarias condiciones no durarían demasiado... y podrían no repetirse nuevamente en meses.

Sin casi darnos cuenta, comenzaba a regresar el viento y nuestro horizonte infinito se vio reducido al metro cuadrado que iluminaban nuestras linternas frontales.


Natalia Martínez
© Foto : Natalia Martínez

La ruta elegida estaba basada en una apuesta bastante audaz, pues el canalón terminaba en un circo franqueado por terroríficos hongos de hielo extraplomado. Sin embargo, las sombras que pudimos observar en algunas fotos nos indujeron a pensar que uno de los hongos de la izquierda estaba desconectado de la pared, abriendo una canaleta que nos permitiría escapar hacia las suaves pendientes de nieve que conducían a la cumbre.

Pero hace rato que esperábamos encontrar la dichosa canaleta, y ya comenzábamos a temer que fuera tan solo un producto de nuestra imaginación. Pasaban los metros y no aparecía, hasta que de pronto... crampón, crampón, piolet, piolet y a la siguiente mirada a la izquierda el haz de luz penetró un canalón profundo y directo que se habría camino entre dos colosales hongos de hielo, resultó ser un túnel de viento, que nos impulsaba con fuerza hacia arriba para llegar al nevero y con ello al fin de la escalada técnica.


Natalia Martínez
© Foto : Natalia Martínez

Magia

El frío y el viento contuvieron la ansiedad de la cumbre, y tras de un promontorio abrigado del viento hicimos una pausa para ordenar el equipo y ponernos nuestra quinta y última capa de ropa, se comenzaban a notar los -25°C pronosticados.

Danzando con las ráfagas de viento, caminamos finalmente al punto que consolidaba un sueño de años. La cumbre, más que un logro en sí misma era la validación de un proceso fascinante, construido de historias, luchas, pasiones, coincidencias y por sobre todo de amistad, y alcanzarla no es más que un hito que te muestra la potencia de esa amalgama de sentimientos, capaz de llevarte a coronar el sueño más imposible... a pisar el lugar más salvaje.


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant. En esta fotografía se observa dos puntos en mitad de la pared, son los dos alpinistas durante el ascenso.

Mientras nos preparamos para el descenso, una luna anaranjada como el sol se alzaba sobre el horizonte, haciéndose mudo testigo de nuestra alegría, un punto de referencia en el espacio infinito que nos rodeaba, otro ingrediente del hechizo que nos posee.

El descenso siempre es de cuidado. Llevábamos casi 20 horas de esfuerzo ininterrumpido y sabemos que la cumbre no es motivo para bajar la guardia. A la salida del túnel de viento montamos el primer descuelgue en una estaca de nieve a la que seguirían varios en Avalakovs. El cansancio se nota y en las esperas en cada reunión el sueño nos vence por segundos e ideas confusas comenzaban a revolotear en la cabeza mientras colgábamos aún a cientos de metros sobre el suelo.

Se nos pasa un nudo en la punta de la cuerda y se queda atascado en la reunión... obligados a desplegar fuerzas que no teníamos, escalamos un largo más con brazos y piernas que solo quieren descansar. Pequeños trozos de hielo barren la pared incesantemente, al menos su golpeteo en los cascos nos mantiene despiertos.


Natalia Martínez
© Foto : Natalia Martínez

Agotados pero profundamente felices, finalmente llegamos a la base de la rimaya donde nuestros esquíes nos esperan. El cielo se ha encapotado de nubes pero allá lejos en el horizonte Este, una rendija deja escapar los rayos del sol allá en el seco dominio de la pampa, los que venían a teñir de dorado la silueta de la montaña. Es nuestro segundo amanecer en este lugar tras 24 horas en la pared norte del Monte Sarmiento. La visión es breve y el sol se esconde tras su escudo de nubes, esa luz que nos hizo soñar con un hermoso descenso en esquíes desaparece y la niebla toma su lugar, cerrada como siempre todo volvía a la normalidad. Con una pupila en la punta de los esquíes y la otra en el GPS, bajamos lentamente hacia nuestro campamento, apareciendo primero como una pequeña mancha obscura en un mundo totalmente blanco, y luego como la materialización de todo lo que deseábamos: comida y descanso.

Dicen que soñar es necesario para fijar y digerir las experiencias vividas; si es así, teníamos mucho trabajo por delante...


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Datos técnicos

El 19 Agosto, Natalia Martinez, Inés Dussaillant y Camilo Rada, instalaron un campamento base en la playa Bardonecchia al Oeste del Monte Sarmiento, el día 22 instalan un campamento alto en el collado norte a 1200 metros y el 24 ascendien a la cumbre alcanzándola a las 22:45 h, siguiendo una nueva ruta directa por la cara norte bautizada “Suerte de Sarmiento” (400m D+). Abandonan la montaña el día 29 de Agosto.


Inés Dussaillant
© Foto : Inés Dussaillant

Agradecimientos

Primero que nada Natalia, mi compañera en la aventura y la motivadora por excelencia en todo momento, y a Nine, que sufrió y se rió de todas las peripecias del viaje, y cuya ayuda fue clave para el éxito de la escalada. Luego a todo el equipo de CORDARWIN.13 que nos apoyaron en todo momento y en especial a Gonzalo Campos que en busca de un sueño, logró materializar el de muchos.

Tenemos que agradecer también a OR, que tiene gran parte del mérito cundo se trató de enfrentar condiciones climáticas adversas, la tecnología de sus prendas fue clave para salir adelante en el duro clima Patagonico. A Vertical que siempre nos a apoyado de una u otra forma y a G3, por sus extraordinarios esquíes de travesía, sin los cuales no hubiéramos llegado a ningún lado.


Camilo Rada
© Foto: Camilo Rada

Alma andina

El magnetismo del Monte Sarmiento tal vez no nace de su imponente mole alzándose 2200 metros directamente desde el mar como un gigantesco iceberg. Ni de sus cumbres centinelas del Estrecho de Magallanes ni de los caprichosos hongos de escarcha que ribetean su silueta. Ese magnetismo nace de esa “alma andina”, esa que se construye con las emociones y los sueños de los que urden con sus pasos la historia. Una historia escrita por navegantes por más de cuatro siglos y montañistas que desde hace 130 años se desafían a si mismos en las laderas del Rey de la Tierra del Fuego. Es una historia que florece a pesar de la brutal e irreparable mutilación de sus raíces Yámanas, Selknam y Kawéskar.

El alma del Monte Sarmiento creció mágica y desafiante, pero siempre oculta tras un seductor velo de misterio.

Otro cuento de piratas

Oculto entre las nubes, el Monte Sarmiento pasó inadvertido para Hernando de Magallanes, mientras se descubría en 1520, el estrecho para la cosmografía Occidental. Por lo que el primer capítulo de su historia escrita comenzaría con las andanzas de pirata Drake, que el invierno de 1578 lograría cruzar el estrecho tras innumerables perdidas, las que recuperó con creces azolando asentamientos y barcos españoles en las costas de Chile y Perú. Las correrías del corsario motivaron una misión española en su persecución, comandada por Pedro Sarmiento de Gamboa, quien fracasó en su captura pero en su lugar escribiría el episodio más épico conocido en las tierras australes, cruzando el estrecho de Oeste a Este e iniciando la aventura y desventura de la colonización del estrecho (Ver nota “Suerte de Sarmiento”). A su paso, sarmiento de Gamboa descubriría “un Volcan altísimo nevado, en que (al parecer) por natural modestia la nieve y el fuego se respetan recíprocamente, y encogen en si mismos sus fuerzas y actividades: porque ni él se apaga , ni ella se derrite por la vecindad del otro.”

A partir de ese momento los mapas de la Tierra del Fuego llenarían el blanco incógnito de su interior con la figura humeante de un volcán, escondido entre los fiordos y acompañado por los monstruos marinos e indígenas gigantes que les habitaban.

Fue Phillip Parker King y Rober Fitz Roy, capitán del H.M.S. Beagle, quienes dándose cuenta de que el “Volcán Nevado” de Sarmiento de Gamboa no era tal, decidieron rebautizarlo como Monte Sarmiento, en honor a su desdichado descubridor.

Durante una de sus expediciones, el ilustre naturalista Charles Darwin frente a la visión de aquella montaña la calificaría como “El espectáculo más sublime de la Tierra del Fuego”.

Con el tiempo la montaña se hizo parte de la mística de Patagonia austral, eje omnipresente de cada aventura en estas regiones tempestuosas. Incluso Julio Verne lo inmortalizaría en su obra “Veinte mil leguas de viaje submarino”, cuando a su paso por Cabo de Hornos el Nautilus asciende a la superficie y ve la figura del imponente Monte Sarmiento a la distancia. En esa visión Verne lo describe como un certero oráculo climático, que vaticina una tormenta por venir. Creencia aún aferrada en cada hombre de mar en Magallanes.

“... El Monte Sarmiento es el objeto más espléndido y notable de estas regiones, alzándose abruptamente desde el mar hasta los 7.000 pies. Sus dos picos parecen estar en el mismo cielo.... Cuando el sol brilla es la más magnífica visión.”
Teniente del H.M.S. Adventure, Thomas Graves, 1826

“... magníficos glaciares se extienden desde las montañas hasta el mismo mar. Apenas puedo imaginar algo más bello que el azul berilio de esos glaciares contrastados con el blanco inmaculado de sus altos campos nevados”
Charles Darwin, 1833

“... fuimos afortunados de disfrutar las escenas más impresionantes que ha capturado mi memoria. … como si estuviera enmarcado, se levantaba el magnifico Monte Sarmiento, el Matterhorn de estas regiones, levantándose desde la costa hasta una altura de 7,000 pies. Soberano único de estas soledades antárticas, no he conocido ninguna otra montaña que impresione con un sentimiento de admiración y sobrecogimiento tan profundo. … Me quedé por instantes completamente absorto por el maravilloso espectáculo.” John Ball, 1882

“He asistido a muchos espectáculos alpinos, he leído cien descripciones de entusiastas alpinistas, pero a mi pesar, debo confesar que en una sola ocasión he experimentado este sentimiento mezclado de gozo, de admiración, de espanto y ... qué sé yo de qué fui presa ante el Monte Sarmiento.”
Giacomo Bove, 1882

“De pronto - tan de repente que todo a quien lo vio se le escapó un gritó- allá muy por encima de las nubes, muy alto, sorprendentemente alto, apareció un punto de luz cual braza incandescente arrancada de las llamas”
Sir Martin Conway, 1898

“Contemplamos con sentimiento de amargura mezclado de despecho la cumbre del Sarmiento que se despoja de las nubes; también esta vez se ha burlado de nosotros. Mágica cumbre aquella, que ya hace un mes nos tiene subyugados con el atractivo de sus etéreas formas, fascinados con el hechizo de su majestuosa hermosura.”
Alberto Maria De Agostini, 1913

Suerte de Sarmiento

El nombre de la ruta viene de la desdichada historia del marino y explorador español Pedro Sarmiento de Gamboa, del cual toma su nombre el Monte Sarmiento.

En su tiempo, el termino “suerte de sarmiento” era de uso popular para describir una aventura o persona perseguida por la mala suerte. Pues efectivamente la vida de Sarmiento de Gamboa fue una seguidilla de eventos desafortunados, algunos incluso aventuran que fue una maldición que cayó sobre él al derramar la sangre de los últimos incas, con los que fue despiadado, cosa curiosa siendo él quien recopilo el mayor tratado acerca la historia de este pueblo andino en su tiempo. Un buen ejemplo de esa mala suerte es su intento de colonizar el Estrecho de Magallanes.

Partió de España con 23 barcos y 2500 hombres y mujeres, a los pocos días una tormenta destruyó cuatro barcos. Luego de regresar a reparar los que quedaban volvió a zarpar con 16 barcos y en cada parada que hacía muchos morían o escapaban. A su llegada al estrecho, 5 barcos desertaron, pero continuo con los que quedaban y 538 hombres y mujeres. Una vez en el estrecho fundó dos colonias pero en el intertanto todos los demás barcos desertaron llevándose la mayor parte de los materiales y alimentos, dejándolo sólo con la nave que comandaba y dos colonias maltrechas. Antes de terminar de darle todo el apoyo a las colonias una tormenta lo arrojó de vuelta al Atlántico, donde los vientos le impedieron volver a ingresar al estrecho. Sabiendo de la precaria situación en que habían quedado los colonos decide ir a buscar pertrechos a Brasil, los que consiguió en Santos, pero en el camino de regreso naufragó producto de una de las tantas tormentas que soportaron. Sarmiento sin embargo sobrevivió, y en Bahía consiguió un nuevo barco y pertrechos con los que emprendió nuevamente el viaje hacia las colonias, pero antes de llegar una tormenta lo obligó a tirar toda la carga al mar para poder salvarse de un nuevo naufragio. De vuelta en bahía la tripulación se amotinó y lo abandonó.

Desesperado por conseguir ayuda para las colonias decidió volver a España, pero en el camino fue hecho prisionero por piratas ingleses, llevado a Inglaterra y liberado tras algunos meses, continuando así rumbo a España, pero en Francia llegando a la frontera fue hecho prisionero nuevamente y esa vez por tres largos años.

Durante ese tiempo, todos los colonos en el Estrecho de Magallanes murieron de hambre y enfermedad, excepto uno que fue rescatado por uno de los piratas que fueron a combatir, y otro, el último sobreviviente, fue encontrado medio loco y falleció a bordo del barco que lo rescatara. La colonia de la que Pedro Sarmiento de Gamboa fuera gobernador, pasaría a la historia como “Puerto de Hambre”.

Podemos así ver que fue vida marcada por la mala suerte, pero llena también de buena fortuna, pues sobrevivió a decenas de naufragios, enfermedades, motines y guerras. Rescatando este sentido dual y con un poco en paradoja, llamamos a la ruta “suerte de sarmiento” pues nuestra expedición estuvo también llena de “sucesos”, marcados por buena y mala suerte, pero por fortuna, siembre bajo una buena estrella, a diferencia de la desventurada vida de Sarmiento.


Marcelo Arévalo
© Foto : Marcelo Arévalo

Historia del asedio a la Esfinge de Hielo

57 años para la 1ª repetición

Los sentimientos inspirados por el Monte Sarmiento a los primeros exploradores a menudo tenían, en sus propias palabras, un tinte de espanto y pavor, fue incluso descrito como un “espectro de regiones sepulcrales”, pero en 1882 llegó el momento en que el temor fue vencido por el deseo de alcanzar la cumbre, siendo Doménico Lovisato quien diera el primer paso, y aunque sin éxito, daría inicio a una aventura centenaria en torno a esta mágica montaña.

Vendría luego la primera expedición organizada con el propósito de alcanzar la mágica cumbre, liderada por Sir Martin Conway a finales de 1898, quien tras realizar el primer ascenso del Illimani en Bolivia y de quedar a 50 metros de lograr la segunda ascensión al Aconcagua, tomo rumbo sur para tentar la escalada del Monte Sarmiento. Si bien su intento se vería impedido por el mal tiempo a poco menos de 1000m de altitud, Conway estableció la mejor ruta de aproximación a sus paredes, la que fue seguida más tarde por muchos, incluido nosotros 115 años después.

Al alba del siglo XX, entra en la escena una figura que quedaría íntimamente ligada a esta región, el infatigable explorador salesiano Alberto Maria De Agostini, que en sus primeros viajes a la Tierra del Fuego se vio hechizado por la figura del Sarmiento. Entre 1913 y 1914, De Agostini realizaría dos expediciones, pasando casi tres meses en la montaña y llegando más alto que nadie hasta ese entonces, pero negándosele la esquiva cumbre.

Ese sueño de juventud se transformó en obsesión, y sin darse por vencido en la empresa, De Agostini volvería en 1956, a sus 73 años, liderando una gran expedición que reclutaba los mejores alpinistas italianos de la época e impulsada por un profundo espíritu nacionalista.

Tras más de un mes de frustrados intentos en la pared norte, finalmente Clemente Maffei y Carlo Mauri se lanzarían en un audaz ascenso alpino, que en medio de la niebla y fuertes vientos finalmente coronó la mítica cumbre del Monte Sarmiento el 7 de Marzo de 1956. De Agostini inmortalizaría hazaña en su obra: Esfinges de hielo.

57 años de hechizos

Muchos desde entonces han querido seguir los pasos de Mauri y Maffei. Primero los japoneses en 1965-66, quienes tras soportar un tiempo implacable abandonaron la montaña en busca de objetivos menos ambiciosos.

Luego caería también bajo el hechizo de la Esfinge de Hielo el italiano Giuseppe Agnoloti, que en el afán de conquistar la hasta entonces virgen cumbre Oeste, realizó tres expediciones en 1969, 1971 y 1972, siendo privados de la satisfacción de la cumbre por pocos metros: “dos largos de cuerda que no haremos jamás. Una victoria no completa, pero, con todo, bella y llena de sufrimiento”. La magnitud de su lucha se trasluce vívidamente en el título de su libro “Sarmiento, inferno bianco”.

En 1984 los Galeses Alun Huges y Paul De Mengel remarían en sus kayaks desde Punta Arenas para medirse sin éxito contra el coloso.

Treinta años después de la primera ascensión, Cemente Maffei regresaría al Sarmiento para anotarse otra victoria junto a los Ragni di Lecco, y así serían también los italianos los que conquistarían la cumbre Oeste, en la víspera de Navidad de 1986. Los montañistas seguirían llegando de todas partes del mundo por décadas. En 1976 César Pérez de Tudela realiza un intento que terminaría con la primera víctima fatal de la montaña, cuando su compañero Fernando Martínez perdiera la vida producto de una caída de rocas.

Los latinoamericanos entran en la escena con la expedición argentina de 1991, luego en 1993, el monte Sarmiento vería por primera vez una mujer en sus laderas durante el intento de una expedición Británica.

En 1995 una expedición colmada de estrellas del montañismo intentaría coronar ambas cumbres. El equipo compuesto por Stephen Venables, Jim Wickwire, John Roskelley, Tim Macartney-Snape y Charlie Porter, tendría que conformarse con el logro no menor de la segunda ascensión a la cumbre Oeste, escabulléndose de sus manos la cumbre principal.

En 1999 aparecen los locales, representados por los chilenos Sergio Echeverría y Hernán Jofre, ese mismo año aparecería otro de los “hechizados”: El Alemán Ralf Gantzhorn, que frustrado en su empresa volvería el 2002, 2005 y 2010, en esta última oportunidad logrando la tercera ascensión de la cumbre Oeste junto a los escaladores Robert Jasper y Jörn Heller.

El año 1999 el hechizo caería también sobre los brasileños, que sin desalentarse por un primer fracaso volverían nuevamente el 2003 produciendo el galardonado documental “Extremo Sul” pero sin lograr la ansiada cumbre.

Los chilenos regresarían el 2002, y el 2004 comezaría una oleada de españoles que se lanzaban a por la cumbre, partiendo por la dupla andaluza de Iván Jara y José Antonio Pérez Jorge el 2004, y seguidos un año después por el equipo del programa de aventura “Al filo de lo imposible”, con José Carlos Tamayo, Iñaki San Vicente y Mikel Zabalza. Pero el clima no los dejó “ni pelear” por lo que no tuvieron cumbre ni imágenes para su programa.

El 2008 dieron la pelea los holandeses, y finalmente el 2010, una dupla formada por los legendarios escaladores Erhard Loretan y Romolo Nottaris harían también un intento pero sin alcanzar la esquiva cima.

Y así pasaron 57 años sin que se alcanzara la cúspide de esta montaña, que desveló a tantos hombres y mujeres que vieron frustrados sus anhelos coronar la montaña, cuya “alma andina” - como dijera Saint-Loup - se volvía cada vez más seductora con cada gota de sudor derramada en sus laderas y cada sueño sepultado en sus nieves eternas.

Para nosotros era un desafío de gigantes, un sueño imposible, una excálibur clavada en el confín de la tierra.

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2 comentarios

2. CHANOELLOCO - 31 Dic 2013, 22:02
Maravilloso relato y experiencia. Hielo y nieve puros sin una roca a la que aferrarse en una de las pocas zonas vírgenes que quedan en el planeta .

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1. 7peakwolf - 31 Dic 2013, 18:10
Bella historia y bellos resultados. Envidia sana total. Parece de novelas de aventuras. Enhorabuena!!!

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