1ª parte del artÃculo sobre barranquismo invernal. La 2ª parte se publicará en el 1er número de otoño-invierno 2011. Conforme se acerca el invierno, los barranquistas comienzan a abandonar los cauces, dando por finalizada la temporada. Neoprenos y botas pasan a la oscuridad de los armarios donde permanecerán olvidados durante meses. Sin embargo, la obsesión de muchos de nosotros hace que veamos esta estación como una ventana hacia una nueva dimensión de este deporte. Cuando el termómetro baja de 0ºC y se tintan de blanco los cauces, encontramos en el barranquismo invernal la oportunidad de enfrentarnos nuevamente contra los elementos.
Una nueva especialidad
El barranquismo invernal no goza de la difusión y popularidad de
otros deportes. Sin embargo, ya hace más de 25 años que unos valientes
decidieron aventurarse en las entrañas de las montañas, desoyendo
al sentido común y soslayando la rigurosidad de las bajas temperaturas.
Sin darse cuenta, terminaron fascinados por la soledad y belleza de
estos entornos cristalinos, contrastando a su vez con la severidad de
estas condiciones. Además, en los últimos tiempos se han abierto descensos
de régimen glaciar impenetrables por su caudal la mayor parte
del año, pero que con el inicio del invierno y las bajas temperaturas
permiten su exploración.
Hoy en dÃa esta especialidad sigue siendo minoritaria, pero cada
año son más los que dan el salto al barranquismo invernal. Para evitar
que esta práctica tenga un final inesperado, es importante conocer los
peligros que esconde, muchos de los cuales apenas son perceptibles.
La gestión del riesgo dentro de un barranco invernal
Si bien en el barranquismo tradicional la mayorÃa de riesgos son
controlables y pueden prevenirse y gestionarse con las técnicas adecuadas,
el entorno que rodea a un descenso invernal se vuelve mucho
más impredecible, añadiendo numerosos factores de riesgo. Además
de las precipitaciones, deberemos estar atentos a la temperatura, orientación,
innivación, nubosidad, aludes, configuración de las laderas, la
altitud asà como toda una serie de parámetros antrópicos que influirán
en el desenlace de la actividad. Por ello debemos ser conscientes de los
riesgos que acompañan al entorno, de la gravedad de sus consecuencias
y de la probabilidad de que finalmente ocurran.Esta triada del riesgo hay que contemplarla cada vez que las circunstancias que rodean
a un descenso obliguen a asumir cierto compromiso para el equipo, lo
que implicará una cuidadosa planificación.
LA PLANIFICACIÓN
La aproximación, asà como la envergadura, caudal y nivel técnico
de un descenso son factores a considerar para estimar la duración y el
compromiso de la actividad. Si bien en la montaña un error en la estimación
puede terminar con una retirada sin más consecuencias que nuestro
orgullo herido, dentro de un barranco no tendremos más remedio que llegar hasta el final. Por eso, el equipo debe ser consciente del riesgo que asume si decide continuar adelante a pesar de que, por ejemplo, una subida de temperaturas pueda darle caza en mitad del descenso.
Para planificar correctamente la actividad, deberemos prestar especial atención a los siguientes factores:
Las caracterÃsticas del descenso
Nos darán una idea aproximada de cuánto va a durar la actividad
y el compromiso que podrÃamos asumir. No es lo mismo atravesar un
canal de descargas a las 8 de la mañana que a las 4 de la tarde. De la
misma manera, hay barrancos de régimen kárstico donde la subida de
temperaturas puede derivar en un inesperado aumento del caudal. También
aquellos descensos con cascadas de cierta envergadura y fuerte
exposición (E-S) representan un riesgo objetivo. Lo ideal es evitar estas
situaciones o por lo menos afrontarlas en el momento más propicio. Estas son algunas de las caracterÃsticas que debemos tener en cuenta en nuestra planificación:
- Envergadura. Es el concepto global que mide en términos deportivos
la dificultad de un descenso, haciendo referencia tanto al aspecto
fÃsico como al técnico estando estos vinculados a la duración de la actividad
y al grado de compromiso (la ausencia de escapes es un factor
que lo incrementa). Podemos afirmar que unas condiciones invernales
aumentan la envergadura de cualquier descenso.
Este tipo de actividades deberÃa limitarse únicamente a cañones
relativamente cortos, entre otros motivos para evitar la subida de temperaturas
y la exposición prolongada al frÃo. Más de 5 horas dentro de
un cañón está fuera del lÃmite de lo prudente, ya que las capacidades
psÃquicas y fÃsicas del deportista pueden verse alteradas.
- Escapes confirmados. Un escape que es factible en verano
puede no serlo en invierno. Por eso es importante que comprobemos
su accesibilidad antes de considerarlo como una posible ruta de salida.
Con una simple observación durante la aproximación podemos comprobar
si existe nieve que lo comprometa y que nos obligue a descartarlo o
por el contrario, se encuentra despejado y libre de obstáculos.
- Exigencia técnica. Hablar de nivel técnico dentro de un contexto
invernal es sin duda algo difÃcil de abordar. ¿Quién está más capacitado,
el barranquista experimentado y con grandes conocimientos
técnicos o el alpinista que se mueve mucho mejor con crampones y
piolets que entre las aguas vivas?
Seguramente la suma de ambos sea lo que denominarÃamos el barranquista ideal. Pero lo cierto es que es necesario conocimientos de
ambas disciplinas para poder afrontar el descenso con garantÃas. El
barranquismo invernal no es la mejor disciplina para aprender técnicas
alpinas, por lo que cualquiera que porte un piolet y no sepa cómo utilizarlo,
no sólo asume mayores riesgos sino que puede exponer a sus
compañeros a situaciones muy comprometidas. Es aquà donde es necesario
hacer balance del grupo y reflexionar sobre quién es el eslabón
más débil. A veces el compañerismo y la amistad nos hacen invitar a
conocidos para que disfruten de estos entornos alpinos aprovechando
sus conocimientos barranquistas. En ese caso debemos adecuar
la elección del descenso al grupo, evitando exponer a la gente menos
experimentada a situaciones desconocidas que puedan sobrepasar sus
capacidades. El primer contacto con las bajas temperaturas, con los
crampones, con los piolets, con el hielo y la nieve debe darse siempre
en entornos controlados. Hay que jugar primero con la nieve antes de
luchar contra ella. Sin embargo y al margen de la capacitación del grupo,
aquellos descensos de mayor exigencia técnica debemos afrontarlos
únicamente con compañeros de reconocida experiencia y capacitación,
siempre con la premisa de que el grupo será capaz de adaptarse
a las circunstancias del barranco.
- Caudal. Quizás es la variable más limitativa a la hora de abordar
el descenso. La dureza de las condiciones invernales se multiplican en
presencia de caudales elevados. El agua nos obliga a exponernos todavÃa
más al frÃo, mojando nuestra vestimenta, nuestra cara y enfriando
nuestras extremidades a gran velocidad. De la interacción del agua
con nuestro material (mochilas, mosquetones, cuerdas…) se derivan importantes complicaciones. Pero además, en cascadas de cierta altura
se generan corrientes de aire de diversa consideración, creando
entornos muy hostiles. Este aire acompañado de agua pulverizada, va
recubriendo las paredes del cañón, congelando y sepultando cualquier
tipo de instalación. Además, estas cascadas suelen llevar asociadas en
las marmitas contiguas hielo tipo slush (granizado, fragmentado) que
dificulta el avance.
- MorfologÃa del cañón. Un cañón bien excavado en la montaña
cuenta con un microclima que modera los procesos de congelación/
fusión. En cuencas abiertas o con tramos menos encajados, la exposición
directa a la temperatura exterior hace que las bajas temperaturas
aceleren la formación de estructuras durante la noche y se intensifiquen
los procesos de fusión durante el dÃa debido a la más amplia variación
térmica.
- Entorno de influencia directa. La lectura de la topografÃa del
terreno colindante debe advertirnos de riesgos que puedan afectar directamente
al cauce. Las laderas convexas con nevadas recientes, la
presencia de cornisas durante la aproximación o los bruscos cambios
de temperatura pueden implicar un riesgo latente de alud. También factores
antrópicos como la proximidad de sendas o itinerarios de esquà de
montaña paralelos al cauce pueden ser el detonador de avalanchas. A
veces estos itinerarios discurren lejos del barranco, pero las consecuencias
del alud pueden llegar de forma incrementada sobre el cauce por
el efecto dominó. Asà pues, cualquier itinerario que discurra dentro de
la cuenca hidrográfica debemos considerarlo como un riesgo objetivo.
Condiciones hidroclimáticas
Ya de por sÃ, el barranquismo es un deporte que interactúa con un
elemento tan cambiante e impredecible como es el agua. Pero no por
ello debemos caer en el error de pensar que el caudal es el único factor
a tener en cuenta. La temperatura ambiente y sus rangos de variación,
la temperatura del agua (sobretodo si es de origen glaciar), la nivologÃa
y su evolución, asà como el tiempo pasado van a determinar el binomio
riesgo-probabilidad que nos va a servir para descartar zonas geográficas
o posponer nuestras actividades hasta que los niveles de riesgo
sean asumibles.
Las condiciones hidroclimáticas pueden ser decisivas para que el
nivel de riesgo de ciertos fenómenos se dispare:
- Riesgo de Aludes. Un barranco puede ser en ocasiones el punto
final de un alud o a su vez, la sucesión de aludes puede terminar formando
un barranco. En cualquier caso, las avalanchas y los cañones
alpinos están muy interrelacionados, por lo que el estudio de la cuenca
junto con el parte de riesgo de aludes, nos ayudará a seleccionar aquel
descenso que presente menor peligro.
Por poner algún ejemplo, el barranco de Salcorz, que en invierno
suele ser frecuentado por escaladores de hielo (y barranquistas en verano),
forma parte de un canal de descarga. Como consecuencia de
ello, es importante afrontarlo cuando el riesgo de aludes sea bajo. Además,
el estado de su equipamiento puede estar severamente castigado
a inicios de temporada.
También el barranco de Sacs en Benasque fue objeto de un espectacular
alud durante el 2010. En este caso la estrechez del barranco
hizo de barrera de contención. La progresiva acumulación de nieve,
una vez ganó altura, se precipitó sobre el barranco arrasándolo en toda
su longitud.
Un equipo ARVA, con su pala y su sonda son herramientas que debemos
considerar como parte de nuestro material por si hay que intervenir
en el rescate de un compañero.
Como medidas de seguridad frente a este riesgo dentro de un barranco,
podrÃamos enumerar las siguientes:
- Rapidez en el descenso
- Correcta elección de lugares de espera: estudiar el entorno y evitar los canales de aludes.
- Información meteorológica (ver Tabla 1). También de la zona periférica con incidencia en el cauce.
- Vigilar sendas y pasos que existan sobre el cauce y que pueda ser origen de desprendimientos.
- Leer bien los indicios: carámbanos, estructuras, bloques caÃdos, cúmulos de nieve…
- Evitar las horas más cálidas. DeberÃamos comer siempre fuera del cauce.
- Riesgo de desprendimientos. Se producen especialmente
en las horas centrales del dÃa, cuando el calor comienza a fusionar el
hielo a la vez que se producen fenómenos de dilatación. Este cambio
de estado, junto con el ajetreo del paso de los barranquistas son los
principales agentes que pueden originar la pérdida de anclaje de rocas
y estructuras heladas. Para evitarlo debemos seguir como mÃnimo las
siguientes pautas:
- Madrugar, especialmente en barrancos con orientaciones este y sur
- Llevar un ritmo de descenso apropiado. Sin prisa, pero sin pausa.
- Evitar las cornisas y zonas expuestas a desprendimientos. Buscar lugares protegidos si tenemos que detenernos.
- Esperar a que nuestro compañero esté a una distancia prudencial para iniciar el rápel, ya que nuestro descenso podrÃa desprender alguna estructura.
- Descartar afrontar cascadas importantes si el sol y las altas temperaturas pueden modificar su estado, ya que pueden acelerar su proceso de descomposición.
- Riesgo de congelación. En cañones de régimen glaciar, es fácil encontrarnos con agua a una temperatura que oscila entre 1 y 2 ºC. Con temperaturas negativas en el exterior, se prepara el terreno ideal para la congelación del material (cuerdas, mosquetones, etc) asà como de nuestras extremidades.