El grupo está compuesto por un variable número de barranquistas provenientes de diferentes comunidades autónomas, y su gran labor exploratoria no solo ha ampliado los límites de la actividad, sino que, como veremos en el reportaje, ha supuesto la creación de riqueza y la protección medioambiental en las zonas de actuación.
Tras unos años en Perú, en 2018 cambiaron de horizontes, y comenzaron sus exploraciones en Ecuador. Han sido muy fructíferas y, tras el parón obligado por la pandemia, a finales de este mes de septiembre regresan a este país, en donde tantas posibilidades existen.
Ahora, antes de su partida, publicamos este reportaje coordinado y escrito por Mario Gastón, integrante de Gocta desde 2012. En él se hace breve historia de lo ocurrido en esta última década; cuando regresen, verá la luz un segundo artículo, con lo acontecido en esta próxima expedición.
Instagram: grupogocta
Facebook: Grupo Gocta - Exploración Internacional de Barrancos
Web: www.grupogocta.com
Texto: Mario Gastón
Fotos: Grupo Gocta
Grupo Gocta. 10 años de expediciones, por Mario Gastón
En febrero del año pasado me encontraba regresando de Costa Rica, tras explorar algunos barrancos del país con unos amigos. El aeropuerto Internacional Juan de Santamaría funcionaba con plena normalidad. Pero por los pasillos empezamos a ver las primeras personas con mascarillas buconasales. Recuerdo por aquel entonces observar aquello con gran escepticismo. Quien se iba a imaginar que 15 días más tarde se decretaría el Estado de Alarma y un estricto confinamiento de 100 días que daría inicio a una crisis sanitaria sin precedentes.Precisamente el Grupo Gocta cumplió el año pasado su décimo aniversario y el parón pandémico nos ha servido también para detenernos un instante y echar un vistazo atrás. Una década de viajes, desafíos y aperturas donde podríamos haber acabado como el rosario de la aurora, pero todo lo contrario. El grupo se ha ido consolidando como una robusta plataforma de exploración, donde la capacidad de trabajo en equipo ha primado sobre todo lo demás. Y es que, como decía el escritor Haruki Murakami “Cuando caigamos por la cascada, hagámoslo juntos y a lo grande”.
Para un grupo como el nuestro, acostumbrado a cruzar los confines geográficos y mentales, la pandemia y sus severas restricciones de movilidad han supuesto un desafío compartido con toda la sociedad. De alguna manera, ha sido también un gran viaje introspectivo que nos ha permitido descubrir los límites de nuestras fronteras emocionales. Al fin y al cabo, explorar es estar donde nadie ha estado y superar dificultades a las que nadie se ha enfrentado. En este sentido, merecen una mención especial los que para nosotros han sido los grandes exploradores de esta pandemia: los sanitarios. Ellos han tenido que enfrentarse a lo desconocido, con los pocos recursos que disponían y exponiendo sus propias vidas. No me cabe duda de que su actitud debe ser para nosotros un modelo de conducta a seguir, ya no sólo en nuestros viajes, sino en el día a día. Después de todo, la verdadera naturaleza de las personas sale a relucir cuando las cosas se tuercen.
Los comienzos: Perú
Perú fue el escenario donde crecimos en esto de la exploración barranquista. Desde que fuimos en 2010 con la ambición de descender aquella cascada que nos dio nombre (Gocta, con 771 metros de altura) han pasado ya diez años.
Grupo Gocta en el aeropuerto de Lima, en su primera expedición en 2010
En 2016 realizamos nuestra última expedición al país, cerrando un ciclo de aperturas que culminó con la publicación de una guía de barrancos. En esta guía se describen con todo detalle más de veinte descensos, en su mayoría de gran envergadura.
Nuestra historia en Perú cuenta con capítulos inolvidables, como el primer descenso de Gocta, la apertura de Yumbilla o el rescate de nuestro compañero Cecilio en la cueva Inti Machay.
No sin cierta nostalgia, nos despedimos de un Perú que es diferente al que encontramos la primera vez. El valle de Cocachimba ha triplicado sus hospedajes y la gente vive de las visitas a la cascada de Gocta y sus rutas guiadas. En Cuispes, la ceja de selva se llama ahora el Bosque de las Cataratas y hay varios caminos senderistas que recorren las quebradas que exploramos. El barranquismo ya no es un deporte desconocido en la zona e incluso han creado una asociación que guía a clientes por los barrancos más sencillos, convirtiéndose poco a poco, en una importante fuente de ingresos. No toda esta transformación es gracias a nosotros, pero hemos estado ahí durante estos años viendo como cambiaban las cosas y nos sentimos en paz de haber contribuido con nuestro granito de arena al progreso de estos pueblos. Sus recursos naturales han pasado a ser su mayor fuente de prosperidad y objeto de especial cuidado y protección.
Gocta en Ecuador
Tras cerrar la etapa de Perú, se nos abrió la oportunidad de explorar en Ecuador en colaboración con un grupo de barranquistas llamados Tayos Team. Ellos nos brindaban su conocimiento del país y parte de la logística, mientras nosotros aportábamos toda nuestra experiencia en la exploración de descensos de envergadura.
Equipo Tayos Team y Grupo Gocta
El barranquismo aquí se puede considerar como un deporte emergente, por lo que los barranquistas ecuatorianos todavía carecen de un mercado desarrollado que les permita adquirir con facilidad los materiales y equipos necesarios. Sin embargo, a diferencia de otros países como Bolivia o Perú, hay una mayor difusión y conocimiento de estos deportes de aventura, siendo el descenso de cañones una de las actividades principales en la oferta turística de zonas tan populares como Baños de Agua Santa.
Podemos afirmar que Ecuador es un territorio lleno de oportunidades para el barranquismo. Sólo en las faldas del Volcán Tungurahua hemos abierto unos trece descensos de gran envergadura, con cascadas de más de 150 metros de altura. Y eso que el Tungurahua es sólo uno de los casi 100 volcanes que emergen en este país y que llegan a superar los 6.000 metros de altura.
Primera expedición
Fue en mayo de 2018 cuando realizamos la primera expedición. Los ecuatorianos tenían experiencia en la apertura de pequeños barrancos. Muchos de ellos además son bomberos y paramédicos, por lo que disponían de amplios conocimientos del deporte y soltura para solucionar cualquier contingencia. Desde el primer momento tuvimos una gran sintonía con el equipo, tratándose en su mayoría de jóvenes ávidos de exploración y aventura.El volcán Tunguraua
Por entrar en antecedentes, comentar que la última gran erupción de volcán del Tungurahua (5.023 msnm) fue en época reciente, concretamente en 2006, con réplicas en 2008, 2010, 2012, 2014 y 2016.Aperturas
Durante los dos primeros años centramos nuestros esfuerzos en los barrancos más evidentes, siguiendo las sendas que recorren los márgenes del río Puela y las que recorren las potreras más remotas de la montaña. El conocimiento de los habitantes de la zona ha sido crucial para poder localizar las cabeceras de la mayoría de los descensos.El Curiquingue
El Curiquingue se encuentra al otro lado del río Puela. Es el único barranco que hemos podido abrir en este sector. El Puela limita enormemente las oportunidades de exploración de los cañones de esta zona, ya que todos terminan en el interior de su cauce. Las altas paredes que lo confinan no ofrecen escapatoria, por lo que la única salida es cruzar el río aguas abajo y salir por el margen derecho. Pero su elevado caudal no da muchas opciones. A lo largo de las dos expediciones que hemos realizado, sólo en un par de días hemos visto bajar el agua lo suficiente como para poder cruzarlo.Justo al terminar los trabajos de prospección, se inició un periodo de inestabilidad meteorológica, generando continuas precipitaciones que nos obligaron a desistir hasta en dos ocasiones de su descenso.
“Los caudales de los ríos han bajado considerablemente, pero aún así, cuesta hacer acopio de optimismo después de tantos contratiempos. La cabecera está ubicada a 3.300 msnm. El agua está muy fría y la temperatura a esas horas de la mañana, congela el ánimo hasta del más entusiasta.
El caudal se mantiene elevado, pero seguimos adelante. Al avanzar, la vegetación predomina sobre la oscura roca volcánica, obligándonos a sacar el machete de vez en cuando. Tras varios resaltes menores, llegamos a un primer rápel de unos 6 metros que sorteamos desde un árbol del margen izquierdo. Es la primera dificultad del Curiquingue. Más adelante encontramos una sucesión de espectaculares cascadas de hasta 70 metros y una marea de troncos sepultando la mayor parte del cauce. La progresión es tremendamente difícil por este terreno tan inestable.
Finalmente llegamos a la última dificultad. Al asomarnos a la vertical observamos una gran cortina de agua que tendremos que cruzar para alcanzar de nuevo las profundidades de la selva. Dos parabolts de 10 mm ubicados sobre una firme roca son los anclajes que vamos a utilizar para superar esta cascada. El rápel poco a poco te va acercando al activo. Pese a que en los primeros metros es posible evitar el agua con un poco de habilidad, la gravedad termina imponiendo un sólo camino: el de un activo que nos azota con una fuerza inesperada. Intentamos escapar por un lateral, pero la osadía es castigada con más agua todavía. Asumiendo que esto es lo que hay y que más abajo la cascada aún se reserva lo mejor, hacemos de tripas corazón y continuamos descendiendo. En la base, las arremetidas del agua son como una lluvia de martillos. Finalmente todos conseguimos salir de allí y dar por finalizada la exploración. Unos metros más adelante está la senda de salida. Son poco más de las 4 de la tarde.
Para el retorno, utilizamos dos rutas distintas. Un camino de herradura, largo pero apto para los caballos y el porteo del material, y otro camino de fuerte pendiente pero que permitía regresar a la pista en apenas un par de horas. Por este último regresaríamos una parte del grupo. Disponíamos de los tracks de ambos caminos. Sin embargo, el día anterior el guía nos advirtió de un derrumbe que impedía el paso de las acémilas y que utilizaría una ruta alternativa para regresar con los petates. Así pues quedamos con el guía y sus caballos al final del barranco y con Luis y su Mitsubishi en la confluencia de la senda y la pista. Los que volvíamos por la senda corta íbamos con ropa ligera y una frontal porque apenas quedaba hora y media de sol. El resto regresaron con los caballos por el camino de herradura . Comenzaba la verdadera odisea.
Pese a ir siguiendo el track del GPS, en el linde de unos prados con la ceja de selva no fuimos capaces de encontrar la continuación. Perdimos cerca de una hora dando vueltas hasta que en vista de que la noche se nos echaba encima, regresamos corriendo al camino de herradura para dar con el otro equipo. Sin embargo, no teníamos información de la ruta que seguían y continuar por cualquier otro camino nos llevaría a un punto donde no nos esperaba nadie. Totalmente incomunicados, fuimos rastreando las huellas frescas de los caballos. A las 18h la noche nos dio caza. En ese momento, por si faltaba poco, las nubes se cerraron sobre Cerro Negro. Mal momento para descubrir el significado de la toponimia local. Los truenos fueron el detonante de una tremenda tormenta que trajo abundante lluvia y viento. La temperatura bajó drásticamente. Empapados y provistos únicamente de una muda ligera, pronto el frío empezó a ganarnos la batalla. No tardaron en aparecer las encrucijadas justo en unos prados donde las huellas desaparecían. Uno de nosotros iba adelantado, tratando de seguir el rastro y siempre a una distancia prudencial para no dispersarnos. Milagrosamente fuimos enhebrando aquella maraña de caminos y trochas hasta dar con el correcto. Tras tres horas caminando, la senda empezó a profundizar en la montaña, hundiéndose bajo la espesa vegetación. Este tramo fácilmente reconocible nos indicaba que ya estábamos cerca del final.
Continuamos caminando hasta dar por fin con la pista, pero allí no nos espera nadie. Sin embargo una nota en el suelo, empapada por la lluvia, nos llama la atención. Es de Luis, que nos dice que van al refugio. Decidimos echar a correr hacia allí para no perder la batalla contra el frío. Al rato de ir corriendo, vislumbramos al fondo unas luces rojas. Son las del coche de Luis! Aceleramos el paso hasta alcanzarlo y nos avalanzamos siete personas completando un tetris que parecía imposible. Cerramos las puertas y enchufamos la calefacción mientras todavía resoplábamos. Ahora sí la aventura había acabado.”
Luis una vez más había sido nuestro ángel de la guarda aquella noche de perros. No todo el mundo habría velado por nosotros en aquellas circunstancias, siendo apenas unos extraños en tierras extranjeras. Posteriormente nos contaría que vivió un dramático episodio también por aquella zona, donde casi muere de una hipotermia. Atravesar dificultades similares es la argamasa que une a las personas y a los equipos. Y Luis sin duda formaba parte del nuestro. Un hombre pequeño con un corazón enorme, como las ruedas de su Mitsubishi.
Así, de esta forma, culminamos la exploración del Tungurahua y de uno de los últimos barrancos abiertos en Ecuador. Con cascadas salvajes, paisajes espectaculares y vistas monumentales del volcán. Aventura de la buena. Sin ser el barranco más bonito ni más difícil, el Curiquingue supuso para nosotros la auténtica experiencia de las aperturas. Un desafío deportivo de pura raza donde la montaña, el entorno y las circunstancias se conjugaron para sumergirnos en la esencia viva de la exploración barranquista.