Temperaturas muy por encima de lo normal (máximas históricas, lo normal en Europa y Norteamérica este otoño, y algo que por otra parte empieza a ser habitual en la última década) han acompañado a José y Ainhoa en la primera parte de la travesía, lo cual no quita para que rara vez hayan sobrepasado los 0ºC y que hayan pedaleado a -22ºC. Han aprovechado perfectamente las pocas horas de luz diarias, aunque esta sea de baja intensidad. Ahora la noche ártica ya está en su plenitud.
José continúa adelante junto a Lonchas. Le quedan 1.200km por delante con sus esquís. Enterados de la travesía, un equipo de Telemadrid ha visitado a Mijares en Karasjok. Los residentes en la Comunidad de Madrid podéis verle el próximo día 26 de diciembre a las 22:00 en el programa Madrileños por el Mundo. En realidad, José es palentino, pero ha residido muchos años en Madrid.
Tanto José como Ainhoa quieren destacar la gran hospitalidad recibida por parte de los habitantes rusos del Círculo Polar Ártico. La mitad de días no han necesitado acampar y han podido prescindir de su alimentación preparada, al ser constantemente agasajados por los habitantes de las casitas que han ido encontrados por el camino.
Recomendamos leer la noticia, de notable repercusión, que sobre esta travesía, su motivación y logística, publicamos hace 1 mes:
https://www.barrabes.com/revista/noticias/2-7343/90-dias-solo-noche-artica.html
Ainhoa, ya desde casa, escribe para Barrabes esta pequeña crónica de la 1ª parte del viaje:
“Conocí a José y Gloria este verano, y enseguida surgió el buen rollo. Mi trabajo como guía en el norte de Escandinavia requería que parara a menudo en Honningsvag (Cabo Norte), pues usábamos parte del almacén del Artico Ice bar como despensa. Entre risas y buen humor, José pronto se da cuenta de mis inquietudes, y empieza a tentarme.... rescatando diferentes mapas empieza a hablarme de sus viajes, travesías y experiencias inolvidables por Laponia.
Encontramos un punto afín donde nos sentimos cómodos, y los planes empiezan a fluir. Surgen con naturalidad. Como guía de Laponia, le traigo de uno de mis viajes a la península de Kola un mapa de la Laponia Rusa.... empezamos a hablar y a maquinar.... se nos abre el apetito y sacamos a la vista las provisiones de la despensa de los sueños.
Hay hambre de nieve, de frío, de noche polar. José está pensando un viaje largo. entre visita y visita hablamos, me va contando sus ideas, sus etapas, la trayectoria prevista para un cruce de Laponia a lo bestia, sazonado con diferentes elementos. Un plato elaborado del cual es difícil resistirse.
Seguimos hablando. Me comenta la posibilidad de unirme a él en la primera parte: Murmansk-Ivalo en bicicleta invernal y en noche polar. Algo desconocido y excitante para ambos. Genial! Enseguida me agarro a esa oportunidad. Algo divertido y curioso, perfecto para una iniciación polar.
Se acaba la temporada y vuelvo a casa, se cambia el escenario. hacemos una pausa. La distancia se hace cada vez más grande, el viaje empieza a quedarse lejano y yo me implico en diferentes proyectos. Me asaltan las dudas, los nervios, los miedos...y las inseguridades salen a flote. El tiempo vuela y hay que tomar una decisión: billetes de avión, material... las gestiones y preparativos pertinentes para un viaje así no pueden dejarse para ultima hora.
Empiezo a agobiarme y José se da cuenta.
Hablamos otra vez, esta vez como un equipo y asentamos las bases, dejando fuera todo lo que no tiene importancia. La vitalidad de José es contagiosa y con mas determinación que nunca, empiezo a entrenar. Esta es una oportunidad que no quiero dejar escapar.
La curiosidad, las ganas de aprender a desenvolverme en un territorio hostil, de gestionar el frío, conocer otras formas de vida, la flexibilidad del ser humano para adaptarse a climas extremos y lugares inhóspitos.... son razones mas que suficientes para que mi interés respecto a esta experiencia crezca ya de manera considerable.
Con los billetes de avión en la mano, ya no hay marcha atrás... y los nervios, los miedos, ya no son un freno sino que se convierten en un estimulo para seguir mejorando, perfeccionando, aprendiendo.
El 26 de noviembre (sábado) salimos de Murmansk, en donde estuvimos un par de días. Ciudad portuaria y gris con arquitectura típica de la época soviética, y la más grande del Círculo Polar con sus 350.000 habitantes (para hacerse una idea del tamaña, le sigue Tromso con 70.000). Conseguimos salir del caos (son 12km de salida desde nuestro hotel) sin perder el norte, y una vez puestos en la dirección correcta, los desniveles nos ponen a prueba. Intercalamos las noches en tienda con la hospitalidad rusa, haciendo el viaje más agradable y pudiendo, de la misma manera, interactuar mas con la población y conocer sus situaciones de manera más cercana. Tratamos con familias humildes y con los encargados del mantenimiento de la carretera, donde a base de chai y menú de patatas y pasta, disfrutamos de simpáticos momentos. Hacíamos una media de 45km por etapa (con la poca luz que hay tampoco se pueden hacer muchos más, y además tomando todas las precauciones). El día que menos kilómetros hicimos fue el día del cruce de la frontera con unos 30km. Aunque las temperaturas fueron mas suaves de lo que esperábamos, siguiendo la tónica de toda Europa (fuimos preparados para -30ºC, ¡pero nos ha hecho el invierno mas cálido de la historia!) rondaron entre 0 y -8ºC, llegando a -22ºC un par de días. La etapa más dura fue una vez pasada la frontera, donde nos sorprendieron las temperaturas positivas y la escasez de nieve. El hielo, que se estaba derritiendo, requería aumentar todavía más las precauciones lo cual hizo que un camino sencillo sin apenas desnivel se prolongara mas de lo debido y la tensión acumulada ante la gran posibilidad de caídas (de las que duelen) hizo que nos desplomáramos en nuestra meta final: Ivalo, a donde llegamos el 2 de diciembre.
Estos viajes son una lección de vida, de fortaleza, de actitud, de lucha. De compañerismo. De estar a la altura de las circunstancias. De tirar palante. Te enseñan a sacar lo mejor de ti mismo. a no desmoralizarte si, después de la etapa prevista y de estar pedaleando todo el día, no se encuentra un buen sitio para acampar a la primera y hay que seguir otros 5, 10 o 15km hasta llegar a un rellano accesible y seguro, pedaleando en plena oscuridad con la tensión y el cansancio acumulado, contra el viento y las temperaturas bajas, manteniendo el equilibrio de una bici donde el peso se ha distribuido de tal manera (porque no había otra) y el simple hecho de ir encima es ya un reto por si mismo... te enseña la necesidad de currarte las cosas, y la importancia de mantener la sonrisa, de apoyar al compañero, de mantener el buen humor y motivarte a ti mismo en todo momento, de ilusionarte con las pequeñas cosas, de buscar estímulos pequeños como puede ser un puré de patatas, un café de sobre, una barrita de chocolate en la siguiente parada a X km...
Ahora que el viaje ha acabado, la sensación es extraña. Hay mucho por asimilar. Me doy cuenta de cómo nuestros propios temores son capaces de paralizarnos antes de emprender el viaje, la acción, pero una vez en el ajo, el propio instinto te ayuda a luchar para seguir adelante. Los problemas se minimizan y te centras en lo que de verdad importa: cada preciso instante.
Y por encima de todo queda el recuerdo de una experiencia extraordinaria, 300km en bicicleta invernal por la península de Kola, en la noche polar, admirando la belleza del paisaje, del hielo y de la nieve.
Y quiero aprovechar para dar las gracias a Visit Norway, Devold y Barrabes que han ayudado a que nuestro viaje resulte más agradable."
Ainhoa Aldalur