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Jonatan García regresa de su peor experiencia en el Dhaulagiri enlazando 6 corredores en el Aneto en 9 horas

Tras los 75 días que considera “la peor experiencia en montaña que he tenido nunca”, Jonatan García regresa a Benasque enlazando 6 corredores en el Aneto en 9 horas.

Jonatan García, en la cima del Aneto. Foto: Jonatan García
Jonatan García, en la cima del Aneto. Foto: Jonatan García
Jonatan García, el alpinista vasco residente en Benasque, consiguió regresar de Katmandú en el avión fletado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, junto a otros 60 alpinistas, trekkers y residentes en Nepal de varias nacionalidades.

Tras pasar todas las pruebas pertinentes, un día después de llegar a casa decidió desquitarse de todo lo acontecido en el Dhaulagiri, y enlazó en apenas 9 horas 6 corredores en Maladetas-Aneto:

  • Oeste a la agua SW del Russell
  • Jordi Soler al Russell
  • Magadeta al Tempestades
  • Sur Brecha Tempestades
  • Sita al Aneto
  • Petit Black al Aneto

En total, 3.003m de escalada y un gran kilometraje, ya que el hielo fino y duro existente le impidió destrepar alguna zona, teniendo que descender hasta el siguiente encadene por las rutas normales.

“Un proyecto que tenía pendiente en estas montañas que tanto me dan y tan poco me quitan. En 9 horas he recuperado las maravillosas sensaciones de la montaña, y me desquitado de los 75 días pasados allí, que han sido la peor experiencia en montaña que he tenido nunca”, nos comenta Jonatan, ya descansando en su hogar de todo lo acontecido.

Jonatan García, 6 corredores al Aneto-maladetas en 9 horas. Foto: J. García
Jonatan García, 6 corredores al Aneto-maladetas en 9 horas. Foto: J. García
“No me siento identificado allí con absolutamente nada, me he sentido casi solo, así que el que sobra en esos sitios soy yo. Nunca más mi proyecto volverá a ser un ochomil por la vía normal. Porque además, quienes no vamos en la gran expedición comercial, ya no somos bienvenidos. Y desgraciadamente, ahora no tengo cordada para hacer otras actividades por nuevas vías, etc. Eso me llevó a ir a la ruta normal, pero nunca más. Puede que, si vuelvo a un ochomil con otro objetivo, pueda aclimatar parte en la vía normal, cosas así, pero mi objetivo no va a volver a ser ésta.”.

La idea no era mala: puesto que las expediciones comerciales no iban a aparecer en la montaña hasta que no ascendieran sherpas y clientes al Annapurna, desde donde se trasladarían al Dhaula, había un hueco que podían emplear Stefi Troguet, Carla Pérez, Esteban Topo Mena y Jonatan antes de que llegaran para hacer cima. Pero las condiciones no lo permitieron.

Nieve a diario, una montaña muy cargada y avalanchosa en la que, a pesar de que consiguieron abrir hasta el campo 2 en nieve profunda, no pudieron alcanzar su objetivo antes de que llegaran sherpas y clientes. En realidad, las condiciones han sido malas hasta el último momento -para Carlos Soria, de las peores que ha visto en sus 11 visitas-, y prácticamente no se ha trabajado encima de ese campo. Probablemente, tampoco habría sido posible un intento aunque las condiciones hubieran sido buenas, por la actual situación de los ochomiles en temporada.

Forma física tenían: Jonatan llegó a subir del campo base al 2 en 6 horas, y Esteban Topo Mena y él se plantearon la posibilidad de intentar un ascenso-descenso non-stop en 24-30 horas, al estilo del que realizaron Jorge Egocheaga e Iñaki Ochoa de Olza.

El Dhaulagiri y la situación actual en los ochomiles

A pesar de que las expediciones pesadas han existido siempre, y las comerciales a Cho Oyu y Everest desde hace ya bastante tiempo, las cosas, en estos últimos años, y debido principalmente al cambio de tipo de clientela y al significativo aumento de medios económicos, físicos, mecánicos y humanos, se han disparado hasta adquirir un carácter casi grotesco.

Como también comenta Carlos Soria, Jonatan afirma que los ochomiles han cambiado radicalmente en muy poco tiempo con respecto a lo que él conoció como cordada de Alberto Zerain en el Annapurna hace tan solo 4 años cuando, sin ninguna expedición comercial y sin apenas nadie en la montaña, ellos dos, junto con Nives Meroi y Romano Bennet, realizaron un ataque en alpino desde el campo 2 hasta cumbre con la montaña sin abrir: “En estos momentos la montaña está tomada. Pero el problema real no es ése: el problema es que prácticamente no se permite que nadie se salga del juego. Por las rutas normales, son como montañas privadas”.

Para ver la enorme diferencia en tan corto espacio de tiempo, solo hace falta comparar su expedición de 2017 con las 67 cimas en un día de este año en el Annapurna, y cómo se consiguieron aquellas y éstas.

Ha sido un año extraño: helicópteros llevando cuerda, oxígeno y material al campo 4 del Annapurna, dos sherpas por cliente acompañándoles hasta cumbre (4 en el caso de la expedición del principe de Bahrein), montañas en la que ni un centímetro se deja sin cuerda fija, cantidades ingentes de oxígeno, ascensionistas al Everest que son trasladados hasta el campo 2 en helicóptero, y recogidos de allí, e incluso más arriba, al descender, y llevados directamente a Katmandú, en donde cenan en su hotel horas después de la cumbre...

La experiencia de Jonatan

Jonatan nos cuenta muchas cosas sobre lo acontecido, pero la mayoría son off the record y no las vamos a reproducir. “A pesar de que pagas permisos y logística a las mismas agencias, no estás al mismo nivel que quienes pagan las tarifas VIP. Se trata de un montón de gente con mucho dinero que va de ochomil en ochomil, y a la que prácticamente suben a cumbre. Para que os hagáis una idea, se reía de mí uno, tratándome un poco de pringado, diciendo que dónde iba yo sin sherpas y sin nada, si él iba tan sobrado que le pagaba 2.000 euros extras a sus sherpas solo para que le cambiaran el jumar de cuerda a cuerda para no tener que quitarse las manoplas. Por supuesto, a pesar de ir con la misma agencia, el campamento no se comparte: está su campamento y el "campamento pobre", con diferente staff, comida, medios, etc.”.

Para Jonatan, el problema es la imposibilidad de compartir la montaña cuando la gran maquinaria se pone en movimiento: “No se permite que en la montaña haya otra cosa. Por ejemplo, nosotros abrimos huella hasta el campo 2, antes de que llegaran las expediciones comerciales, subimos varias veces, montamos nuestras tiendas, dejamos material en los campos. Cuando vi que todo acababa, por el caos del COVID y la situación de la montaña, quise subir al campo 1 a recoger mi material y no me dejaban entrar en la montaña si no pagaba un dineral por el uso de huella, porque yo la cuerda no la iba a tocar. Pero un dineral. No hablamos de cientos de euros, hablamos de más”.

Epidemia de COVID-19 en el campo base

Un dinero que parece dar bula de comportamiento a quienes pagan las tarifas más altas, y que en este caso es muy probable que propiciara la extensión del COVID en el campo base que obligó a finalizar la temporada. “Nosotros tuvimos que cumplir unas condiciones muy estrictas: PCR antes de partir de casa, PCR al llegar a Nepal, 5 días de cuarentena en Katmandú, nueva PCR al finalizar la cuarentena antes de ir al Khumbu, y PCR al volver de la aclimatación en el Khumbu antes de ir al Dhaulagiri. Y claro, tras tanta PCR y una cuarentena, y con el cuidado mostrado, llegamos limpios a la montaña.

Y de repente, tiempo después, aparece la macroexpedición comercial, que la mayoría venían de hacer la cumbre en el Annapurna el día que subieron 67. Y resulta que, entre medias, se habían pegado una semana de fiesta y descansando en Pokhara y Katmandú, y de ahí los llevan al Dhaulagiri sin pedirles ninguna PCR, cuando empezaba la situación crítica en la que se encuentra ahora Nepal. Que no sé si habría quien se la hizo, pero en general no.

Claro, al poco tiempo, la mitad del Dhaulagiri con COVID, evacuaciones urgentes en helicóptero a hospitales, desalojo del campo base, y todo al garete. Y entonces, cuando por medio de Carlos Soria se empiezan a hacer PCR en el campo base, la mayoría de sherpas diciendo que era la primera vez que les hacían una prueba, que eso no se lo habían hecho nunca”.

El futuro

Jonatan tiene claro lo que busca en un futuro: “Me gustaría volver a trasladar, a teletransportar lo que hago aquí, en los Pirineos y los Alpes, allí al Himalaya. Soledad, explorar, disfrutar de la montaña, forzar, comprometerte. Se puede hoy en día, hay quien lo hace, y yo lo llegué a conseguir en un ochomil, pero ahora no tengo con quién y es difícil, porque sin compañía ni presupuesto, tienes que aceptar la logística establecida, ¡y ha cambiado todo tantísimo en tan poco tiempo! Intentaré montañas técnicas o vírgenes más bajas.”.

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