Utilizamos cookies propias y de terceros para optimizar y posibilitar la navegación de la web, y a partir de tus hábitos de navegación poder mejorar nuestros servicios y ofrecerte una mejor experiencia de compra.

Obtén más información en nuestra Política de Cookies.

Portes Gratis
a partir de 49 €

José Mijares: Patagonia de Mar a Mar en Packraft

Una ruta entre dos océanos en el confín del mundo.

José Mijares
Patagonia de mar a mar: bajo el Fitz Roy

Un año más, José Mijares abandona los caminos trillados en busca de su propia senda.

Problemas de salud de su inseparable compañero, el perro Lonchas, otro viejo conocido de los lectores de Barrabes, le hicieron cambiar los planes de exploración en el Campo de Hielo Sur junto a Pablo Besser, y optar por una ruta con el packraft que cumplía un viejo sueño: cruzar de océano a océano en el confín del mundo: Patagonia.

En total, José recorrió, durante 5 semanas, 650 kilómetros navegando con el packraft por ríos y lagos, más los enlaces a pie, y el inevitable enlace por autobús hasta Villa OHiggins (José ya recorrió esa tramo en bicicleta, y este año no tenía tiempo para hacerlo si quería llegar al mar). En Chile eligió el Río Baker, en Argentina el Río Santa Cruz.

Packraft

Desde hace pocos años, un nuevo elemento ha aparecido para ayudar en sus exploraciones a los amantes de los grandes espacios en zonas remotas como Alaska, Laponia, Patagonia, etc: el Packraft.

Se trata de unas barcas hinchables ultraligeras, de apenas 2 kilos de peso, pero que una vez hinchadas son ultrarresistentes, y permiten hasta descender rápidos de cierta dificultad. Se llevan en la mochila, y al llegar a la parte acuática del mundo, permiten cruzarla con facilidad.

Las posibilidades que estos botes ofrecen para los amantes del wilderness, que se internan en zonas remotas, no humanizadas, sin caminos ni sendas, y con una compleja geografía, son enormes.


Texto y fotos: José Mijares
www.josemijares.com

“A los amables y hospitalarios habitantes del río Santa Cruz”


LOS OJOS DE LONCHAS


Mi amigo Pablo Besser y yo teníamos un buen plan para ir a explorar al Campo de Hielo Sur este invierno. Era uno de esos viajes que, sobre el papel, era más que un sueño. Lo tenía todo: esquiar, escalar, explorar y navegar con packraft.

Con lo que yo no contaba era que una vez que ya tuviera los billetes de avión al sur de Chile, mi querido Lonchas enfermara de los ojos y anduviéramos durante meses de clínica en clínica y de veterinario en veterinario buscando su cura.

Mi viaje al Campo de Hielo Sur era para Noviembre y la enfermedad de Lonchas (que venia ya de lejos) se puso realmente fea a partir de Abril. Durante el verano, a tope de trabajo, pudimos más o menos encontrar una solución con los pocos medios veterinarios que el norte de Noruega ofrece pero a partir de otoño cayó en barrena y en Septiembre la situación se puso realmente crítica.

Llegamos a ese punto en el que tuve que escuchar que le sacarían un ojo y semanas después hablaban de operarle el otro. Con semejante noticia no me quedó mas remedio que tomar soluciones drásticas y la única que se me ocurrió fue traérmelo a España y buscar una clínica solvente.

Ni qué decir tiene que mi viaje a Chile estaba pendiente de la mejoría de Lonchas y no tenia buena pinta, pero yo albergaba la esperanza de que mejorara, que me diera tiempo a subirlo de regreso a Noruega, y después irme a Patagonia.

No hubo suerte. ¡O si! Lonchas estuvo cinco semanas conmigo en Madrid y lo curaron. Pero antes de que a Lonchas le pudieran dar el alta, la fecha del viaje a Patagonia ya cumplía y Pablo y su amigo tuvieron que irse sin mí; el plan inicial no podía esperar más.

Finalmente Lonchas curó. Yo estaba feliz pero me encontraba varado con un billete de avión para una expedición que ya había perdido. Cambié el billete, pospuse la salida y decidí volar igualmente a Chile. No sabia muy bien hacia donde tirar y pensé en retomar una vieja idea de packrfat en Patagonia.
Un viaje de mar a mar.

BUSCANDO NUEVOS SUEÑOS: RÍO BAKER, RÍO SANTA CRUZ.
LAS HUELLAS DE DARWIN Y FITZ ROY


Todos tenemos docenas de sueños en el cajón, pero cuando has preparado tanto un viaje que al final casi lo visualizas por completo, no resulta fácil saltar a otro plan como si nada. Por un lado te resistes a abandonar lo que ha estado ilusionándote durante meses; por otro has de hacer algo para lo que no sabes si estás realmente preparado y motivado en ese preciso momento.

Uno de mis sueños era bajar ríos en Patagonia, en las dos Patagonias. La frondosa y verde Patagonia chilena y la árida y esteparia Patagonia argentina. Hay dos ríos a los que llevaba un tiempo dándole vueltas, dos ríos que tienen algo en común. Son ríos salvajes y amenazados y ambos están dentro de los planes hidroeléctricos de sus respectivos países, los dos dejarán de ser libres como son ahora más pronto que tarde. O quizás no ocurra nunca, nadie lo sabe.

En Chile elegí el río Baker, el más caudaloso del país, que desemboca en el Pacifico. Y en Argentina el río Santa Cruz, el más largo y salvaje de Patagonia, el mismo que subió Darwin arrastrando las barcas en su intento para internarse por la pampa y tratar de descubrir los glaciares que, intuía, estaban río arriba. No estaba equivocado pero no pudo comprobarlo entonces. Una historia poco conocida que no acabó en éxito, pero que dejo una huella indeleble en la zona.

Corría el año 1834 cuando Darwin y el capitán Fitz Roy con 25 hombres lograron remontar 100 millas del río Santa Cruz en 16 días, dándose la vuelta antes de llegar a descubrir el lago Argentino, ni ver los inmensos glaciares que en este lago se vierten.

No fue hasta 1877, hace ahora 140 años, cuando Francisco Moreno logró remontar por primera vez el río Santa Cruz, le puso el nombre Argentino al lago, lo navegó hasta el famoso glaciar que hoy lleva su nombre, avistó el lago Viedma y cambió el nombre al Cerro Chalten por el de Fitz Roy en honor al capitán del Beagle.

José Mijares
El Río Baker

EN EL RÍO BAKER. LA PATAGONIA HÚMEDA


Bueno, al menos tenía un plan, un buen plan. Rescataba un sueño y lo ponía en marcha. Navegaría el río Baker desde el Balseo de Cochrane hasta el Pacifico, hasta el bello pueblo de Caleta Tortel. Y de allí bajaría por la carretera austral en bus hasta Villa Ohiggins. Hace 15 años YA bajé esa Carretera Austral en bicicleta, me trae buenos recuerdos, y aunque supongo emplear un tramo medios mecánicos, por falta de tiempo me veo obligado a usar el autobús.

En el río Baker, la Patagonia húmeda chilena que recibe la influencia del Pacífico, navegué durante 165km con un caudal de 900m3 por segundo. Fueron 4 días perfectos en los confines del mundo reencontrándome con el placer de la travesía y con uno de los territorios que han marcado mi vida.

Quizás unas fotos os hagan intuir lo que sentí...quizás entendáis porque quien conoce aquellas montañas, ríos y bosques, quien conoce Patagonia, jamás la olvida.

José Mijares
Remando en el río Baker

José Mijares
Campamento en el Río Baker

José Mijares
Montañas en el Río Baker

José Mijares
Lanchón en Río Baker

José Mijares
El Saltón del Río Baker

José Mijares
Llegando a Caleta Tortel

José Mijares
Caleta Tortel

VILLA OHIGGINS. CERRO SUBMARINO



En Villa Ohiggins dependes de un barco para cruzar el gigantesco lago del mismo nombre, el más profundo de Sudamérica y el quinto del mundo. Llegar y poder cruzar el lago no es lo normal, los días de espera son la tónica. En verano es la época de viento en Patagonia y estos vientos a menudo frustran cualquier plan. Tocó esperar unos días, claro, pero el pueblo está rodeado de montañas y encontré un austríaco muy simpático y juntos subimos al Cerro Submarino de 1850 mts, una montaña bonita sin más pretensiones que unas buenas vistas.

José Mijares
Manfred el austriaco subiendo a Cerro Submarino

José Mijares
Cima en Cerro Submarino

Al sur del lago Ohiggins se encuentra Candelario Mancilla, todavía en territorio chileno .Desde ese límite fronterizo chileno hasta la frontera argentina hay 21 km de “tierra de nadie”, un camino en el bosque hasta llegar al Lago del Desierto, la frontera.

José Mijares
Cargando hacia Lago Desierto

Pero para recorrer ese camino entre fronteras no hay transporte, ni caballos a disposición; me han dicho que a veces los hay, todo depende del humor del gaucho. En mi caso el arriero no tenía muchas ganas de poner un caballo para llevar mis mochilas, así que tuve que echarme al lomo los más de 30 kilos y caminar los 21km hasta la frontera argentina. Qué envidia me daban los ciclistas! Aunque tampoco es terreno fácil para las bicis sobrecargadas y yo llegué a la frontera antes que alguno de ellos.

José Mijares
Belleza de camino a Lago Desierto

LAGO DEL DESIERTO, CHALTEN, FITZ ROY, CERRO TORRE


Al menos llegaba al lago del Desierto, a navegar con el packraft. Dormí a orillas del lago y al día siguiente remé ese lago de poco más de 10 km hasta la orilla sur, donde nace el precioso río Las Vueltas, nada fácil sobre todo al principio y llegué remando hasta Chalten.

José Mijares
El packraft en el lago del Desierto

Chalten es el pueblo base para escalar el Fitz Roy, Cerro Torre, etc y también hay trekkings muy populares. Pero lo siento, no me gustó nada Chalten. No me gustan los sablazos, ni los mercadillos ni las marabuntas de mochileros desubicados ávidos de “pseudoaventura”.

José Mijares
El Chalten

José Mijares
El Chalten

Caminé para ver el Cerro Torre y el Fitz Roy y algunos campamentos históricos. Me encantaron las vistas, pero no los caminos atestados, ni los carteles por doquier llenos de prohibiciones, no me gusta esa Patagonia domesticada y mercantil. Me largué antes de lo previsto y seguí mi plan fluvial.

José Mijares
Fitz Roy

José Mijares
Fitz Roy

José Mijares
Laguna Cerro Torre

RÍO LAS VUELTAS; PROHIBIDO EL PASO


Quería continuar navegando el río Las Vueltas hasta el lago Viedma y seguir una línea de navegación continua que me llevara hasta el Atlántico. Del Viedma iría al río la Leona, el Lago Argentino y el río Santa Cruz.

Era un plan perfecto.

Hasta que lo jodieron los guardaparques de Chalten, que me prohibieron navegar el Rio de las Vueltas.

Además me dijeron que, de haberme pillado en la parte norte del río, me habrían requisado material, puesto una multa etc etc.

Y quien sabe si no me habrían fusilado al amanecer….

José Mijares
Río Las Vueltas: Prohibido el Paso

Yo había visto blogs de colegas que bajaban en packrfat el río Las Vueltas pero no hablaban de estas prohibiciones y, después del intercambio de verbos, no me animaba a navegar los últimos km del río Las Vueltas hasta el lago Viedma y arriesgar mi viaje por unos escasos 8 km. Al final, salvando ese tramo, fueron 50 los kilómetros que navegué por este río.

José Mijares
Río Las Vueltas

EL LAGO VIEDMA ME PERDONA LA VIDA


Así que me fui al lago Viedma, un enorme lago de más de 60 km de longitud donde caen los glaciares más grandes de Argentina y que es un lugar donde el viento azota de lo lindo.

El día que fui a comenzar mi navegación no hacía más viento del habitual y aun así embarcar me costó un buen trabajo y cuando llevaba unos 10 km, una ola me volcó y me encontré flotando en aguas gélidas a cientos de metros de la orilla incapaz de dar la vuelta al packraft.

Las mochilas que llevaba atadas a la proa del packraft no me dejaban voltearlo. Nadar en esas frias aguas ,con todo el equipo, sin perder nada se hizo una eternidad. Pensé, in extremis, cortar las cuerdas que ataban las mochilas, voltear el packraft y llegar con o sin equipo, como fuera, hasta la orilla.

Hice acopio de toda la calma que pude y viendo que el viento soplaba hacia tierra me dejé llevar con las olas hasta que éstas me escupieron en la orilla. Fueron los 20 minutos más largos de mi vida. Si el viento hubiera soplado lago adentro no hubiera podido llegar nunca a la orilla.

José Mijares
Olas en el Lago Viedma

El Viedma me perdonó la vida. Así de simple. Ya en tierra me di cuenta que ese lago no era para packraft, no para un packrfat conmigo dentro quiero decir. A ver, que tengo un packrfat, no el yate del “Pocero”!

Estando sólo te das cuenta lo fácil que es palmar y lo tonto que sería hacerlo. Decidí abandonar la idea del Viedma y feliz de que todo acabara sólo en un susto salté al siguiente río del plan, el río La Leona.

José Mijares
Llega la Pampa

LA LEONA. LA PATAGONIA SECA. EN LA PAMPA


La Leona es el nombre que le puso el perito Francisco Moreno a este pequeño río de 70 km, que nace en el lago Viedma y desagua en el lago Argentino. Al parecer Moreno encontró una hembra de puma (al puma se le conoce en estas tierras como el león) y por eso bautizo al río con este nombre tan africano.

Una vez dejé atrás los frondosos bosques de la Patagonia Chilena ahora tenia que lidiar con el viento infernal de la pampa. En verano es cuando más sopla y yo estaba de lleno en esa estación. Al no tener bosques ni montañas cercanas, los lagos y ríos de la zona son un lugar muy expuesto al viento y lo que pasa en un río al que azota el viento es que se levantan olas de tamaños importantes, sobre todo cuando el viento y la corriente chocan de frente.

Un bus me dejó en la Hostería La Leona, un lugar histórico a mitad de camino entre Chalten y Calafate y por supuesto a orillas del río y a sólo 3 km del lago Viedma, donde nace. Me parecía que era el lugar perfecto para hinchar el packraft, ponerme el traje estanco, atar las mochilas a la proa y empezar a remar. Ese día el viento soplaba duro y aunque el río lleva una corriente fuerte, me di cuenta que encima del packraft en ese río yo sería como una simple pluma. Sin calado ni quilla el viento me llevaba encima del río a su antojo de una orilla a otra. Decidí acampar temprano y tomármelo con calma.

José Mijares
La Leona. Llega la Patagonia seca

A mitad de río, y cerca de la carretera, había una hacienda abandonada llamada Luz Divina y observé que debía ser un lugar muy popular para los ciclistas que recorren la ruta 40. Hay algunas habitaciones vacías y sin ventanas, pero techadas, y en ellas toda clase de grafitti que dejan los ciclistas que pasan por allí. Me entretuve leyendo los dibujos, las historias de varios de ellos; todas mostraban escenas divertidas que tenían que ver con el viento y el tiempo adverso que por allí es habitual...he dormido en sitios mejores, la verdad, pero al menos me ahorré poner la tienda, que amenazaba con llevársela el viento.

José Mijares
Paleando a merced de los vientos en el Río La Leona

Dormí intranquilo recordando los blogs de varios colegas de packraft que advertían de que no se habían metido en La Leona debido el viento y pensé lo duro que iba a ser, no sólo este río sino sobretodo el Santa Cruz.. Sabía que normalmente en esa zona el viento nunca sopla temprano así que decidí madrugar y ….¡vaya si lo hice! Aprovechando que en estas latitudes amanece sobre las 5 de la mañana, a las 7 ya estaba remando sin viento y en absoluta calma. Así, sin viento, el río era una maravilla. No tiene rápidos, pero la corriente es tan fuerte que remando te pones con facilidad a 15 km /hora.

José Mijares
Último campamento en La Leona

EL LAGO ARGENTINO


Navegué 50 km y llegué hasta el mismo lago Argentino. El paisaje era aún más bonito. Estaba pletórico. El lago Argentino es verde turquesa y verde esmeralda y ambos verdes se unen sin mezclarse a la altura de las fuentes del río Santa Cruz, que nace aquí y desemboca 385 km más lejos, en el Atlántico, en el estuario que lleva su mismo nombre y donde se asienta la coqueta ciudad de Puerto Santa Cruz.

Acampé a orillas del lago Argentino, rodeado de dunas y paisaje desértico y desde allí, al día siguiente, caminé por la orilla del lago hasta la misma fuente del Santa Cruz. El tiempo en esta zona, además de ventoso, es soleado y despejado con temperaturas que rondaban los 15ªC o más.

José Mijares
Olas en el Lago Argentino

Hasta ahora no sabía de nadie que hubiera remado en packraft ni La Leona ni el Santa Cruz, así que mis referencias eran…. ninguna. Sólo tenia claro que la clave el éxito está en saber gestionar el viento y mientras un kayak tiene calado y timón y es aerodinámico, mi chalupa tiene la misma aerodinámica que una mesa camilla. Tenía dudas pero era bonito soñar con bajar un río desde la misma fuente hasta el mar y tenía tiempo. Había leído relatos de gente que hizo el río en 5 días en kayak, yo llevaba 9 días de comida por las dudas y gas suficiente para 2 semanas.

José Mijares
Fuentes del Santa Cruz

RÍO SANTA CRUZ


Mi primera etapa, con mucho viento, me sirvió para hacerme con el río. Es mucho más grande que La Leona y tiene más fuerza. El río no tiene rápidos en todo el recorrido pero tiene una corriente muy poderosa (800 m3/seg) y cuando se suma al viento en contra o de lado, el combinado es explosivo y las olas que se levantan asustan al más templado. Además, donde se forman los meandros el río se ensancha cientos de metros formando grandes lagos.

José Mijares
Río Santa Cruz

Cuando el río Santa Cruz recibe la luz del sol se convierte en una cinta turquesa que se retuerce atravesando un horizonte infinito. Alejado de cualquier carretera, sólo tuve la visita de la fauna que se asomaba a saludar. Ví miles de guanacos, miles, y avestruces americanos (ñandú) ovejas, caballos y docenas de aves diferentes. Fuera del río todo es yermo, estepario, toda la vida se concentra en el agua; es un espectáculo grandioso; todo fluye, se mueve. Es el viaje dentro del viaje mismo.

La Pampa

Cada noche me acostaba repasando todo lo vivido y enumerando mis múltiples encuentros con la fauna local. Tenía tanta energía al acampar como la que desprenden dos centrales nucleares a pleno rendimiento. Me sentía muy fuerte físicamente. Mientras tanto el sol me iba quemando a fuego lento manos y cara y yo avanzaba a medias de 60 km/dia.

José Mijares

PAULINO, CONDOR CLIFF, LA NEGRA AMENAZA HIDROELÉCTRICA


Encontré una estancia llamada El Rincón y en ella a un guardés llamado Paulino, que me proporcionó un lugar para dormir bajo techo, un mate y buena conversación. Paulino cuida una estancia de 19.000 Ha y tiene a la familia en Francia, donde él ha vivido también hasta que supongo que se le hizo insoportable seguir viviendo allí y decidió regresar a Patagonia. Me dijo que no era raro el verano que pasaba por allí algún grupo de kayakistas pero, sobretodo, me dió algunos consejos sobre el clima y el viento en particular: que hasta las 10h de la mañana casi nunca sopla y que tuviera cuidado en las curvas del río cuando se levantaba el viento, pues allí él había visto olas de dos metros.

José Mijares
Sombras en la Pampa

A mitad de río hay un lugar llamado Condor Cliff donde se supone que algún día van a construir una enorme central hidroeléctrica, lo que crearía un destrozo medioambiental monumental, y todo para llevar energía a cientos o miles de kilómetros y de paso enriquecer a todos los caciques de la zona. La historia de siempre, de cualquier lugar del mundo donde la clase política está dominada por gangsters. En Condor Cliff ví una docena de excavadoras, barracones y ni un atisbo de vida inteligente; tampoco trabajadores o guardas. Nadie. El lugar daba miedo por siniestro.

José Mijares
Llegando a Condor Cliff

Al quinto día, cuando estaba a unos 100 km del delta, el sol empezó a ocultarse tras nubarrones cada vez más negros y amenazadores y un viento que venía del río se hizo cada vez más violento hasta que, por suerte, ví una estancia abandonada y unos galpones casi en la misma orilla del río. Bajé antes de que la tímida lluvia se convirtiera en el tormentón que vendría a continuación y busqué cobijo en el galpón que, aunque en desuso, estaba limpio y guarecía de la lluvia. Toda la maquinaria dentro era inglesa y hablaba de un pasado más que acomodado; no hay que ser un lince para leer en ciertos lugares abandonados épocas de esplendor.

NOCHEVIEJA INESPERADA CON LA FAMILIA PICHL


Junto al galpón había casas, pero estaban más abandonadas aún que con el cielo negro de la tormenta tenían un aire aún más siniestro. Decidí regresar al viejo almacén cuando caí en la cuenta de un grupo de álamos y algo que parecía un tejado a lo lejos. Quizás era una casa habitada porque según el mapa una pista de tierra llegaba hasta ese lugar, así que no era tan raro. Me acerqué a saludar y pedir permiso para usar el galpón, me lo dieron y nos despedimos.

Era un día muy inoportuno para presentarse en casa de nadie, era 31 de Diciembre. Decidí acostarme un rato y descansar hasta que me entrara hambre pero no era fácil relajarse porque el viento golpeaba con violencia las chapas desclavadas de la pared y montaban un ruido infernal.

Finalmente debí quedarme dormido y no desperté hasta que un aliento excitado y nervioso me recorría la cara: el aliento de un curioso y simpático border collie.

Apareció entonces el dueño de la estancia, Federico, para saludarme y pedirme que les acompañara esa noche tan especial a cenar con su familia.

Al principio me negué un poco, solo un poco; quería evitar ser una molestia, un compromiso, pero él vino de propio desde la casa que estaba a un km y comprendí que era una invitación de verdad. Me dijo entonces que en un par de horas volvería para recogerme en coche y eso hizo.

Además de Federico y su mujer, estaban sus tres hijas y su yerno.

José Mijares
Cena de Nochevieja

Hay muchos lazos culturales que nos unen como países. Ellos habían estado en España tantas veces o más que yo en Argentina, así que fue muy sencillo poner un vino en la mano y dejar que la conversación nos llevara hasta la hora de la cena, entretenidos por nuestras anécdotas. No era yo el primer navegante que usaba el galpón y cenaba con la familia Pichl, aunque quizás un 31 de diciembre sí era yo el primero…

De origen austríaco llevan tres generaciones en la Patagonia y utilizan la estancia sólo como un lugar de recreo. Río abajo supe a qué se dedicaba en verdad Federico. Ahora sólo quieren disfrutar de esa estancia antes de que la estúpida clase política y la codicia sepulte para siempre bajo las aguas la casa de sus antepasados y les den un céntimo por sus tierras mientras los caciques locales hacen negocios con tu sangre.

Es legítimo estar cabreado.

Entendí muchas cosas que no sabia y otras que me iba preguntando a medida que avanzaba por el río. Sobre las futuras presas, expropiaciones, sobre el caciquismo local. Acabamos hablando de los políticos de allí y de aquí; parecen cortados por el mismo patrón.

Fue una noche especial. Federico insistió en acercarme de vuelta hasta el galpón y me invitó a regresar al día siguiente a la casa por si quería ducharme, desayunar, etc.

Pero hay que saber marcharse, despedirse a tiempo, así que decliné la invitación y a las 07:00 ya estaba remando; sólo había dormido 5 horas, pero perder ese día hubiera sido un pecado. Hacia un día radiante sin viento.

José Mijares
De vuelta al Río Santa Cruz

DE VUELTA AL RÍO. OTRO FESTÍN NAVIDEÑO


Avancé como un león, remé, remé y remé todo el santo día hasta que al llegar la tarde, cuando ya no podía evitar enlazar un bostezo con otro, ví un grupo de casas y unos bonitos sauces junto al río y pensé que seria estupendo acampar en ese lugar. Repetí la operativa. Dejé mi equipo y me acerqué hasta la casa, distante unos 600 metros, a pedir permiso. Me lo dieron y además me dijeron que si necesitaba algo que lo pidiera; en realidad sólo quería dormir, me moría de sueño.

Puse la tienda, comí algo y me acosté temprano con idea de despertarme al día siguiente, hasta que oí voces que me llamaban. El dueño de la casa, Juan, se acercaba para avisarme que iban a preparar un asado con amigos y que estaba invitado. Casi me da la risa, otra invitación a cenar! Era la tercera familia o persona que encontraba en todo el río, en 385 km y los tres me habían invitado. Bendita hospitalidad Patagónica.

José Mijares
Asado

Salí del saco, me peiné y allá me fui. Juan sabía muchas cosas que yo quería saber sobre el viaje de Darwin y también el amigo que había venido y se encargaba de la parrilla. Me contaron una historia sobre la que he profundizado después, pero que en realidad me la empezó a contar Paulino, la continuó Federico y siguieron con ella Juan y su amigo. Era

LA HISTORIA DEL LEONERO


En Patagonia, al puma le llaman “león” .Todas estas estancias ovejeras, con miles de ovejas en el pasado y deshabitadas hoy en su mayoría o dedicadas a otros menesteres, sufrían en el pasado los ataques del puma que, no contento con matar una oveja para comer, mataba decenas para enseñar a los cachorros. Y, al parecer, estas clases de supervivencia eran más que frecuentes, así que en toda estancia había y aun hay -me consta- un “leonero “, el que se encargaba de dar cazar a todo puma que se pusiera a la vista del ganado. Por lo visto usaban perros para hacerles la envolvente y después la cosa se debía rematar con un tiro.

Estaba yo de vuelta en Santiago contando esta increíble historia a mi amigo Tomás Ariztia en casa de Pablo Besser y Tomás, que es hombre de estancia y ha vivido una época en estancias de la zona del Paine, me aseguró que el había conocido varios “leoneros” y que incluso una vez hace pocos años, estando él por allí lo invitaron a comer un asado y alguien debió preguntarle en plan guasón si le gustaban los bifes, a lo que él respondió que naturalmente le gustaban. “Pues nos estamos comiendo un león“ le dijeron a Tomás entre risas los arrieros. Ni qué decir tiene que cazar o matar un puma está penado por la ley.

También me contaron cómo hace años, los trabajadores de las estancias hacían batidas de crías de guanacos; tienen esas batidas un nombre que he olvidado. Era algo normal y la única condición que ponía el patrón era que usaran sus propios caballos y no los de la casa porque, al parecer, aquellas cacerías se les iban de las manos, duraban más de la cuenta y se reventaba más de un caballo.

Un personaje que conocí en Puerto Santa Cruz me contó con verdadero deleite cómo se cocinaba un avestruz ; se le vacía la guata (barriga) se rellena con piedras calientes y atándola con sus propias patas, se echa al fuego. Yo pensaba que sería una historia antigua pero el hombre, salivando de regusto al recordarlo me dijo: “¡qué va, la semana pasada nos comimos uno!” , e insistía en lo tierna y jugosa que resultaba la carne “cocinada” así, con piedras.

Acabamos la historia del leonero con vino tinto y buenos bifes en la estancia que Darwin llamó “Guanaco Hills” y, como la noche anterior, acabamos hablando de Argentina y España y de Noruega, mi patria adoptiva, de mi empresa y de mis viajes, de sus vidas y de la clase política que todo lo estropea en un país tan rico como Argentina donde tengo buenos y queridos amigos, sobre todo en Mendoza y Salta. Por poco me vuelvo a acostar a las tantas.

José Mijares
Fluyendo con el río

Al día siguiente salí tarde, estaba agotado de tanto festín navideño y de trasnochar. Acostumbrado a los horarios de cartujo que usaba en soledad, la civilización hizo estragos…

José Mijares
Llegando a Puerto de Santa Cruz

Remé los 40 kms que había hasta el pueblo de Piedrabuena y evité parar allí porque me daba miedo que al día siguiente me diera una pereza infernal. Era tentador pensar en ducha y cama caliente pero lo evité remando a toda pastilla, buscando un árbol junto al que acampar, lo más lejos posible del pequeño pueblo.

José Mijares
Acampada entre sauces

Remé tanto que enseguida pasé de los frondosos bosques de sauces de Piedrabuena a los estériles acantilados de arenisca, metiéndome en un estuario cada vez más ancho donde se iba haciendo difícil encontrar un lugar de acampada. Volví a ver una casa a lo lejos…y me acerqué. Era una planta depuradora del río. Encontré un prado estupendo, cené y salí a tomar unas fotos del atardecer, que era a eso de las 22:30h. Entonces vi a un trabajador y me acerqué a preguntarle. El tiempo que yo había pasado en mi tienda, sin vistas al río, había bastado para reducir el Santa Cruz a una franja minima de agua, no habia rastros del enorme estuario por el que yo había llegado. En su lugar todo eran arenales. El operario, un muchacho muy amable, pensó que querría saber el horario de las mareas y acertó.

José Mijares
Atardece. Cae la marea

PUERTO DE SANTA CRUZ. EL ESTUARIO Y EL MAR


Tendría que salir temprano y aprovechar cuando empieza a bajar la marea, lo que, sumado a la corriente, me llevaría hasta el mar. Debía doblar un cabo que se veía lejano y, si el viento y el mar me dejaban, quizás pudiera llegar hasta el mismo Puerto de Santa Cruz. La noche fue muy calmada y de igual manera amaneció. Radiante.

José Mijares
Navegando en el estuario

Remé todo lo rápido que pude ayudado por la marea y la corriente del río, doblé ese cabo, que estaba distante 8 km , y me encontré con un estuario realmente grande y con olas pequeñas, pero grandes para mi. Sin separarme de la orilla más de 100 metros, fui acercándome lentamente hasta el pueblo que se veía en el horizonte y solo me percaté de que estaba de verdad en el mar cuando metí el cazo en el agua y al llevármela a la boca me di cuenta que estaba salada; las manos llevaban tiempo escociéndome pero no me había parado a pensar por qué.

En la playa de Puerto Santa Cruz unos pescadores probaban suerte con los róbalos mientras yo deshinchaba mi packraft, organizaba la mochila y empezaba a caminar satisfecho y relajado hasta el centro del pueblo, distante un centenar de metros. Puerto Santa Cruz me encantó. Todo el desencanto que me provocó el Chalten fue aquí recompensado. Pase dos días geniales, no había más que gente local.

Uno de esos lugares adonde no llega más que el que de verdad quiere llegar.

José Mijares
Llegando a Puerto de Santa Cruz. El mar

Artículos más recientes

Comentarios

Para introducir un comentario debes identificarte en Barrabes.com. Haz click aquí para identificarte.
No existen comentarios para este artículo.